Lo mejor que le ha pasado a República Dominicana durante los últimos 16 años ha sido, sin lugar a duda, la estabilidad macroeconómica. He dicho, y lo sostengo, que las autoridades monetarias han sido fundamentales en mantener la paz social en el país.
Cuando hay inflación o incertidumbre en el mercado, por más que se quiera apostar a la calma, resulta imposible. Cuando los bolsillos de la población sienten la crisis ahí mismo comienzan los problemas. No significa que todo esté bien, pero por lo menos hay certidumbre.
Al tiempo de reconocer las cosas buenas que le han pasado a este país, entre las que está la mejoría en gran parte de la infraestructura pública (escuelas, hospitales, carreteras, puentes y otros), hay siete piedras que, indefectiblemente, resultan incómodas de digerir o de admitir en un contexto de avance social y económico. Todas estas piedras, sin excepción, afectan la calidad en el desarrollo económico y, por tal razón, hay que enfrentarlas, quitándolas del camino o, por lo menos, echarlas a un lado.
¿Cuáles son esas piedras? Deuda pública muy alta como proporción del PIB, impunidad, corrupción, inseguridad ciudadana, empleo de calidad y el sistema de justicia. Quizá hay otros aspectos que pudieran ser de preocupación, pero estos son para que ocuparse con suficiente responsabilidad y transparencia.
De hecho, una de estas piedras podría ser fundamental para ayudar a quitar del medio a las demás. Si un Estado logra una justicia con calidad se acaba la impunidad. Cuando una sociedad opera bajo la sombrilla de la transparencia, hay desarrollo económico equitativo, el entorno de negocios ofrece mayor seguridad para la inversión y se generan más empleos de calidad.
Cuando hay más empleos de calidad se dinamiza la economía y, por vía de consecuencia, el Estado recauda más y puede disponer de mayores recursos para ofrecer seguridad, infraestructura y, quizá, debe tomar menos préstamos.