[dropcap]L[/dropcap]as razones para procurar la equidad de género no solo se limitan a un resarcimiento moral por siglos de exclusión y maltrato, sino que el otorgamiento de oportunidades para el crecimiento profesional de la mujer reporta beneficios tangibles y medibles en la economía y el bienestar.
“Hay amplias evidencias de que cuando las mujeres son capaces de desarrollar todo su potencial en el mercado laboral, hay resultados macroeconómicos significativos”, afirma el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su reporte de 2013 “Women, Work, and the Economy: Macroeconomic Gains from Gender Equity” (Mujer, Trabajo y la Economía: Ganancias Macroeconómicas de la Equidad de Género).
Como éste, múltiples estudios establecen una relación directa entre la proporción de mujeres dentro del mundo laboral y el crecimiento de la renta nacional.
El Fondo estima que el Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos podría incrementarse 5% si la tasa de participación laboral de las mujeres se igualara a la masculina. De igual forma, el PIB japonés crecería 9%, los Emiratos Árabes Unidos 12% y Egipto 34%. Mientras que la falta de aprovechamiento per cápita atribuida a la brecha de género puede ascender al 27% de toda la economía en algunas regiones emergentes.
República Dominicana podría beneficiarse aún más de los valiosos aportes del llamado sexo débil. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que de los 865 millones de mujeres de todo el mundo con el potencial de contribuir a sus economías locales, 812 millones viven en países emergentes o en vías de desarrollo.
No obstante, hay mucho que solucionar, empezando por el desempleo en la población en general. Hasta diciembre de 2014, existía una brecha de 22.6 puntos porcentuales entre la participación en el mercado dominicano de los hombres y mujeres en edad de trabar. Esto quiere decir que, de todos los hombres con capacidad productiva el 68.7% realiza alguna actividad económica, mientras que solo sucede con el 46.1% de las mujeres, según estadísticas del Banco Central.
La igualdad de género contribuye con la reducción de la pobreza, da como resultado mayores niveles de capital humano para las generaciones futuras y mejora la efectividad en el desarrollo de las inversiones públicas, indica un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
El BID considera que el aumento de la participación femenina en la fuerza laboral puede dar lugar a un crecimiento de la renta per cápita y a la reducción de la pobreza. “Las experiencias monetarias condicionadas en Brasil o México han demostrado que las mujeres dedican un mayor porcentaje de sus ingresos a educación, salud y nutrición del hogar, reduciendo la transmisión de exclusión de una generación a otra”, según el organismo.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) indica en un informe de la economista Consuelo Cruz Almánzar, especialista en género y desarrollo, que hay una mayor prevalencia de mujeres pobres con relación a los hombres en República Dominicana, con altos índices de indigencia.
“Las cifras indican que por cada 100 hombres que viven en condiciones de pobreza había 134 mujeres, 140 en la zona urbana y 136 en la zona rural; y por cada 100 hombres que vivían en indigencia, existían 152 mujeres a nivel nacional, 145 en las ciudades 167.8 en el campo”, añade la experta.
Aunque existe un predominio de hogares encabezados por hombres, Cruz afirma que la evolución de la tasa de jefatura femenina es indispensable para medir el bienestar de las familias. Los hogares con varones como cabeza tienen mayores niveles de vulnerabilidad, ya que las mujeres se preocupan más por el sustento familiar.
Se estima que el 40% de los hogares tiene jefatura femenina, 42% en las ciudades y 35% en el campo. La incidencia de jefatura femenina aumenta a medida que la familia se posiciona en un quintil más alto.
Cruz explica que la inclusión femenina es obstaculizada por la falta de acceso a recursos productivos, servicios sociales de poca cobertura para apoyar las labores de cuidado y reproducción de la familia, falta de integración de los hombres a asumir las labores de cuidado, así como la falta de políticas dirigidas a desmontar los roles de género socialmente asignados, donde a las mujeres se les ha responsabilizado casi de forma exclusiva de las labores de cuidado y de reproducción.
También existe una baja valoración social del trabajo que realizan las mujeres y una limitada organización individual y colectiva para negociar condiciones de trabajo.
Recomienda procurar el vínculo entre el diseño e implementación de las políticas económicas y sociales, de manera que se enfatice la generación de empleo decente dirigidos a mujeres, haciendo un esfuerzo especial en las jóvenes.
Además, se necesita establecer normativas y mecanismos para eliminar las brechas salariales entre hombres y mujeres en iguales trabajos y competencias.
Efectos de la vinculación de la mujer a la economía
1. Colchón:
El incremento de la tasa de la participación femenina estimula el crecimiento en economías con un rápido envejecimiento de la población.
2. Crecimiento:
Las oportunidades a la mujer se vinculan con mejores ingresos familiares y el crecimiento de economías en desarrollo en el largo plazo.
3. Eficiencia:
El empleo de las mujeres en igualdad de condiciones permitiría a las empresas hacer un mejor uso de la reserva de talento disponible.