Para muchos, una aparente estabilidad nos ha servido como aliciente para dormir, para ser laxos en nuestros juicios y tolerantes en las faltas. Para asumir como suficientes los estándares mínimos y acostumbrarnos a políticos mediocres y funcionarios a medias. Para no involucrarnos. Para no exigir. Para mirar al lado y continuar.
Sin embargo y apelando a la esperanza que debe sobreponerse incluso a la tragedia, en la suspensión de las elecciones municipales que habían sido pautadas para el 16 de febrero del año en curso, República Dominicana encuentra un nuevo amanecer.
El mes de la patria se ha vestido de colores patrios y brillan fuerte el rojo, azul y blanco. El aire que respiramos es distinto. Este aire es uno de empoderamiento ciudadano. Los jóvenes se han adueñado de la Plaza de la Bandera. Los calderos son ahora muestras de poderío y en nuestras calles se escucha la cadencia que resulta en cada llamado a traducir nuestra indignación en un ritmo nuevo. Nuestro país se une a un movimiento, más grande que todos nosotros, que reclama la renovación de nuestros votos como nación.
En estas manifestaciones vemos reflejados los sueños que hemos alimentado y acariciado mientras dormíamos. Recogemos nuestras aspiraciones como ciudadanos en pancartas con un sarcasmo sagaz. Mostramos sin tapujos nuestras expectativas para un gobierno justo, mientras recordamos nuestro amor por nuestra patria. Nos hemos permitido reconocer que tenemos derecho a aquellas realidades sociales que asumíamos exclusivas de otras latitudes. Sin partidos y sin banderas, los dominicanos nos hemos unido en nuestra indignación y eso es terreno fértil para el futuro.
Estas manifestaciones son necesarias, porque no son más que parte de un ejercicio consciente de nuestra ciudadanía. Son necesarias por que dan voz a quienes se sienten a veces mudos ante un distanciamiento de nuestro sistema de gobierno. Son necesarias porque le dan identidad a quienes no se ven representados por nuestros partidos. Estas manifestaciones son esenciales para renovar nuestra fe en nuestro pueblo y en nuestro futuro. Porque los buenos somos más y a veces es bueno recordarlo.
El contexto social que vivimos es uno histórico. Es un momento crucial en el que como ciudadanos estamos llamados a estar atentos, exigir respuestas y cumplir con nuestro deber cívico de votar. De cara a nuestros líderes, es el espacio para crecer y convertirse justamente en los líderes que nuestro país merece.
Dominicana, despierta. Ningún pueblo ser libre merece, si es esclavo, indolente y servil.