Steve Jobs nunca tuvo sueños, tuvo visión y en ningún momento la perdió, aun cuando los excesivos costos de producción de sus ideas amenazaban los resultados de los accionistas. Jobs cambió el curso de la historia con el simple y llano hecho de atreverse.
Fundó una compañía en una cochera vieja y destartalada que años después se convertiría en la empresa más grande del mundo. A Jobs le importaba muy poco ser CEO de la empresa más grande, o dueño de la más rica; iba detrás de sus instintos y su enorme corazón, lo que le permitió hacer las cosas que regularmente no nos atrevemos.
Después de que su atípica personalidad le encaminara un espacio en el escenario tecnológico y de negocios en los Estados Unidos, y sacudiendo el éxito de sus primeras computadoras, la Apple II para 1977 se abría camino marcando el paso de un debutante que estaba decidido a cambiar el curso de la historia.
Jobs estuvo fuera de Apple Computers en dos ocasiones y en cada una de ellas los accionistas chocaban sus ideas de hacer dinero con su inversión, con las de un visionario que estaba a punto de dejar al mundo convencido de su genialidad.
El hombre que sólo comía frutas y vestía pantalón Levy’s desteñido con “pullover” negro, adquiere Pixar Studios por cinco millones de dólares, y al poco tiempo, el cine se abría campo hacia una nueva era digital de animaciones, llevándolo a recoger éxitos inolvidables para Disney, el primero de ellos la ganadora del Oscar Toy Story.
Quedó entonces demostrado de manera contundente que el éxito no apuntaba en dirección a la capacidad técnico-profesional de los ingenieros de Apple, ya que en las dos ocasiones que Jobs estuvo fuera, prácticamente se duplicó la planilla de empleados, tratando los accionistas de emular el mismo espíritu de logros y continuar así por el mismo camino. Dos veces estuvo Apple al borde de la quiebra y acudieron a Jobs como mesías del rumbo.
En la última ronda se apareció con el iPod, siendo este el “come back” más representativo de la tecnología mundial, un pequeño aparato capaz de almacenar miles y miles de canciones. Junto al iPod llega el iTunes, donde se compuso el ganar-ganar de la industria musical en otra dimensión y alcance. Un logro más sin precedentes para Jobs y Apple.
Pero el mayor de los aciertos de Jobs fue la creación de una marca más que poderosa, irresistible para los consumidores. Comunicó libertad e inspiró a millones con su marketing.
El caso por ejemplo de las Apple Stores, que jamás pudieran ser vistas como puntos de ventas, sino como acciones BTL (Below The Lines) estrategias de marketing y comunicación a través de medios no tradicionales.
Hoy la empresa se ha quedado sin Jobs, y uno de los productos icónicos, el iPhone, se pasea por su versión 6 sin brindar absolutamente nada diferenciador de sus otras versiones anteriores, por lo menos no al estilo de Steve, que sorprendía al mundo en cada bocanada. Extrañamos verlo presentar sus revoluciones, en un minimalista escenario negro, con tenis blancos, flaco y enfermo.
Apple ha entrado ahora en la etapa de sobrevivir sólo del peso de la marca. ¿Cuánto tiempo durará esto? Google lo sabe.
El autor es publicista