Habitamos un mundo pequeño en el que China lucha por toda la humanidad contra el avance del nuevo coronavirus causante de la neumonía de Wuhan, provincia de Hubei, el cual, a mediados de semana había matado a 425 personas de más de 20,000 contagios diagnosticados.
Por esta razón, las medidas de prevención, sin dejar de lado la solidaridad y el apoyo a la comunidad internacional, son vitales. República Dominicana tiene estudiantes en China y, de seguro, algunos quieren retornar.
Recibimos turistas de toda parte del mundo y, por supuesto, desde China. La muestra de que debemos estar alerta se produjo cuando el Instituto Dominicano de Aviación Civil (IDAC) autorizó el aterrizaje, “para abastecerse de combustible, de la aeronave BWJ033, TIPO GLF6, Matrícula N666HD, que volaba desde Islandia. Después de dos horas y 15 minutos el avión partió hacia Haití, en donde su tripulación pernoctó.
Las autoridades de las Azores informaron luego que el avión llegó a Ponta Delgada. Había partido de Hong Kong el 25 de enero, con tres pasajeros residentes en esa ciudad. Hizo escala en Tokio, donde ingresaron los ocho pasajeros restantes residentes en Japón. Ninguno provenía de Wuhan. La tripulación, dos de nacionalidad estadounidense y una china, tampoco habían venido ni estado en Wuhan en los 14 días anteriores al viaje. Había hecho escala en París e Islandia sin ninguna restricción en la entrada y/o movimiento de la aeronave, los pasajeros o la tripulación.
¿La lección? Pensemos un poco en la angustia de los pasajeros. Debemos tener información, precaución, equipos médicos y… una gran compasión humana.