La sabiduría popular tiene muchas formas de comunicar situaciones de la vida diaria con expresiones de fácil entendimiento para las personas con menos conocimiento académico, pero que igual necesitan recibir las orientaciones necesarias para llevar una vida más acorde con sus condiciones sin dejar de pensar en su superación.
Frases populares que vienen de las entrañas del pueblo, que surgieron de personas comunes y no necesariamente de intelectuales expertos en sociología, expresan en ocasiones una mayor invitación a la reflexión y el cuidado sobre las finanzas personales.
Por ejemplo, la expresión: “hay que arroparse hasta donde alcanza la sábana” invita a la gente a mantener sus niveles de gastos hasta donde llegan sus niveles de ingresos, sin excederse, tomando en cuenta que si la sábana (los ingresos) sólo alcanza para las necesidades básicas, entonces debe arroparse (abastecerse) de lo estrictamente necesario.
Es como decir: “hay que gastar hasta donde alcanza el dinero”, no más de ahí, pues entonces tendrías que recurrir al poco recomendable endeudamiento.
Otra expresión es: “debes rascarte con tus propias uñas”, la cual se adapta muy bien a la administración de las finanzas personales.
Trate de hacer sus gastos con base en sus propios ingresos y no recurra al uso de dinero ajeno y de artículos que no son de su propiedad, aunque estén disponibles en forma de préstamo.
Cuando decides adquirir bienes de consumo comestibles o no con tus propios recursos, entonces evitas el endeudamiento y no vas a tener el tormento de saber que lo que adquiriste puedes perderlo si no cumples con el pago del crédito que tomarse para comprarlo, tal vez, sin necesitarlo.
La frase: “la peor diligencia es la que no se hace” también se adapta muy bien a la superación personal. En ocasiones usted está buscando empleo, pero se limita a esperar que alguien lo recomiende o que le gestione su currículum con alguna persona que esté “pegada” en alguna institución.
En lugar de eso, lo que debe hacer usted es su propia diligencia, atreverse, llamar, gestionar la cita, ir al sitio, esperar, “montarle una guardia” a la persona indicada, enviar su currículum a todas las fuentes posibles, tener siempre su teléfono disponible y no cambiar de número, porque en cualquier momento lo pueden llamar de alguna de las decenas y hasta cientos de lugares a los que usted comunicó su interés en un empleo.
En otras ocasiones pasa que usted desea un aumento salarial en su empleo, pero tiene temor de solicitarlo o se lo expresa a un superior que no es el indicado para los fines. Cuando se trata de pedir un aumento, no escatime en ir a donde la persona que toma las decisiones. Eso sí, tome en cuenta sus argumentos. Si desea un aumento es porque usted puede demostrar que se lo merece y no simplemente pedirlo por pedirlo.
Lo peor que puede suceder cuando usted solicita algo es que le digan que no y, en todo caso, eso no sería una pérdida, sino un empate. Es decir, usted no tiene empleo, solicita el empleo y no le dan el empleo, entonces seguirá sin empleo, es decir, igual, no necesariamente peor.
Usted tiene un empleo, solicita un aumento, le dicen que no le van a aumentar, entonces usted sigue ganando lo mismo, no ganó, pero tampoco perdió. En cambio, puede darse el caso de que su petición sea complacida y le den el aumento. Por eso, hay que hacer la diligencia.
“Hay que guardar pan para mayo”. Esta expresión popular me gusta mucho, porque no se refiere específicamente al gasto, sino al ahorro. Se refiere a tratar de acumular algo de dinero para el futuro, ya sea que en el futuro se puedan presentar tiempos difíciles o que hacia el futuro se requiera alguna inversión extra en cualquier proyecto de reparación o de adquisición de algún bien necesario.
El ahorro es el mejor recurso a poner en práctica por las personas, independientemente de que sus ingresos sean reducidos y de que no alcancen para mucho. Si usted asume el ahorro como costumbre, verá que podrá sacar algo para guardar, aunque los ingresos sean pocos. Sólo se requiere fuerza de voluntad.