Cuando un barco se tambalea, va y viene con el viento y quienes lo capitanean pierden el norte. De ahí a la catástrofe la distancia es más delgada que una hebra de un pelo.
La sociedad dominicana se debate entre seguir o derrumbarse. Entre la verdad y la mentira. Se debate entre los dos países que coexisten en uno solo: El bonito, el turístico, el paradisíaco destino de la publicidad pagada y el que no tiene acceso a los medios ni a la televisión de los grandes concursos y las pasarelas perfumadas.
Es el país de verdad, el que palmo a palmo tenemos que recorrer entre escombros y peldaños sucios de historias falsas. Pero, como todo en la vida, nada es perdurable para siempre. Nada es absoluto ni sempiterno en espacio y tiempo.
Si los hombres, hacedores de sueños y de pesadillas no se atreven a cambiar el rumbo del barco donde viajamos a merced de vientos y mareas, entonces, dolorosamente con los amasijos quejumbrosos nos iremos al fondo. Y algo similar se está cobijando entre la gente. Entre aquellos “come arroz” que no saben de “CÁPITA” ni de leyes ni reglamentos. Que no conoce ni siquiera el camino hacia quienes disque “orientan” y “defienden” a los contribuyentes pero que se ceban de la ignorancia ancestral que lega la pobreza y delega el destino a los desposeídos de riquezas y de intelecto “favorecido”.
Entre tantas leyes, reglamentos, órganos y organismos para engordar más a doña “Burocracia”, vivimos en medio de un latente descontento popular que sin avisos ni señales visibles está a punto de estallar como erupción de Vesubio y verter su ardiente lava como en una especie de Pompeya indomable y cruel, bestial, en que a los seres humanos se les convierte en un número y a sus derechos en privilegios reservados a discreción o la suerte de contar con un “padrino” o un “enllave” que abra o entre abra la puerta de la atención vital a que todo ser humano y todo contribuyente del Estado tiene derecho por naturaleza.
En esta ocasión Trinchera Económica quiere ser la voz de muchos que no tienen posibilidad de reclamar derechos ni de plantear sus conquistas en torno a eso que conocemos como Seguridad Social. Algo surgido por Ley, la 87-01 y que en su momento se hizo alarde de que representaba una real y verdadera revolución social a favor de los pobres de esta nación caribeña.
A 15 años de esa gran “conquista” todo está peor. Solo ha mejorado, y mucho el flujo de caja de los bancos con los multimillonarios fondos retenidos a los contribuyentes, en tanto que otros han logrado riquezas en base a un negocio que en la práctica han convertido a los enfermos o pacientes en vulgares clientes al estilo del negocio aquel, el famoso negocio del “capa perro”, que cobraba cinco cheles por castrar a un rabioso can, pero tenía que gastar 10 en curitas para sanar las mordidas.
Ahora, al cierre de esta columna o de este articulito, la noticia es que los dominicanos que cuentan con un seguro médico de salud prácticamente no tienen nada. Poco a poco han venido sacando de la cobertura las especialidades más importantes para los usuarios de servicios médicos.
Ya no es noticia que los enfermos psiquiátricos están “sueltos en banda” y lo mismo están haciendo los manejadores o administradores de riesgos de salud que tienen que ver con Cardiología, Otorrino y Alergología, para solo citar esos escasos ejemplos… En pocas palabras, nos estamos yendo al fondo… Con todo y barco.