Las teorías sobre el mercado laboral explican cómo se determinan los sueldos y salarios de los trabajadores, la forma en que estos se insertan en las empresas, los puestos de trabajo que ocupan y la manera en que permanecen en dichos puestos.
También, estas teorías ofrecen información sobre las variables que son tomadas en consideración para definir los niveles salariales y cómo inciden en estos la educación, el género, la edad de los trabajadores, la condición económica, la nacionalidad y las políticas públicas que en un momento determinado se estén implementando.
Obviamente, se trata de un mercado en donde existe una demanda de trabajo, la cual está compuesta por la cantidad de puestos que tienen las empresas disponibles para ser ocupados, y una oferta de trabajo que está constituida por el número de trabajadores que están ofreciendo su fuerza laboral.
La diferencia entre la demanda de trabajo y la oferta laboral puede arrojar un déficit o un superávit de mano de obra. Si una economía crece de manera sostenida se supone que está generando mucho empleo, por lo que la demanda de trabajo también debería aumentar; por el contrario, si la economía está estancada o en proceso de recesión, no habrá muchos empleos disponibles. En cualquier caso, la situación del mercado de trabajo –déficit o superávit- conduce, teóricamente, al tema de los salarios.
Si hay más trabajadores de los que las empresas están contratando los salarios tenderán a ser más bajos; por el contrario, si el ejército laboral de reserva es bajo, los salarios podrían ser más altos; y los empresarios conocen esta realidad y tienden a ofrecer salarios de miseria porque siempre encontrarán a quien contratar, en tanto los trabajadores se convierten en “aceptantes de salarios” en una economía con alto desempleo.
Ahora bien, es materia común que los trabajadores luchen por tener mejores salarios, sobre todo para poder comprar una canasta familiar cuyo costo es cada vez más alto, y de esa manera suplir sus necesidades básicas. Pero los empresarios, sobre todo en República Dominicana, no “cogen presión”, pues saben que los Sindicatos que dicen representar a los trabajadores, no son en nada “representativos”, pues los tiempos en que estos gremios tenían una gran influencia en empresas emblemáticas, ya pasó.
Aquí, sin embargo, hay un elemento a tomar en consideración y es el nivel educativo de los trabajadores. Normalmente, los trabajadores más calificados obtienen los salarios más altos, en tanto los menos calificados están destinados a aceptar los salarios más bajos, pues se supone que una mayor educación incide en la productividad del trabajador y, por vía de consecuencia, en su salario.
Pero todo esto es en teoría, pues en la República Dominicana, en donde más del 95% de las empresas son micro, pequeñas y medianas, la medición de la productividad laboral no precede necesariamente al establecimiento de los salarios.
En efecto, existe la percepción de que los salarios en el país están relacionados más bien con las expectativas de ganancias de las empresas que con un tema de oferta y demanda de trabajo o de productividad laboral.
En esa misma línea, se percibe también que el Estado empleador ha venido a distorsionar el mercado laboral, pues allí los salarios se establecen al margen de la oferta y la demanda de empleo, nada tienen que ver con la productividad del empleado, son diferentes de institución a institución, y la movilidad laboral a lo interno depende más de factores clientelares que de indicadores objetivos. A lo anterior se suma la ausencia de políticas públicas que regulen el funcionamiento del mercado laboral y, al mismo tiempo, establezcan mecanismos para ajustar los salarios en función de variables como el costo de la canasta familiar.
Por todo lo anterior, se precisa de políticas públicas que incentiven la aparición de sectores y ramas productivas que generen empleos suficientes, de modo que la cantidad de puestos de trabajo disponibles aumente. Pero también se requieren políticas públicas que organicen y regulen el mercado laboral, de modo que los empleos se hagan más atractivos de lo que son hoy en día, y se detenga la huida hacia la economía informal.
Lo más importante, sin embargo, es que se establezca un mecanismo de compensación salarial en donde los ajustes a esta variable sean automáticos y relacionados con la pérdida anual del poder adquisitivo del ingreso corriente, y no se tenga que pasar cada cierto tiempo por el mismo tema de la convocatoria a un Comité Nacional de Salarios, las discusiones entre sindicalistas y empresarios para luego terminar, por cansancio, en un incremento salarial que cuando lo pagan, ya se debe.