Endeudarse es una actividad normal de las personas, empresas y Estados. La vida humana, en los términos en que se conoce hoy día, sería incómoda sin este recurso de las sociedades modernas. Es una acción producto de una decisión que se toma previo a un análisis financiero, pues siempre es vital saber cómo se pagará el compromiso que se asume. Quiere decir, entonces, que tomar un préstamo no es malo siempre y cuando haya conciencia al respecto.
El para qué endeudarse sí debe ser una cuestión primordial al momento de decidir. Los que tienen el poder de decisión o administran los Estados deben tener esto lo suficientemente claro.
Durante los últimos 10 años, República Dominicana ha acudido a los mercados financieros internacionales en busca de recursos frescos. Las bajas tasas de interés, el apetito de los inversionistas y la necesidad de cubrir déficits y pagar un servicio de la deuda que crece con los años, han abonado el terreno. El mercado de capitales, hablando en lenguaje sencillo, se la ha puesto suave al país. Sin embargo, es pertinente preguntarse para qué y en cuáles circunstancias acudir a estos recursos.
La primera obligación de quienes manejan la cosa pública debería estar relacionada con asumir una posición de disciplina en el gasto, a fin de saber si hay posibilidades de recortarlo o hacerlo más eficiente. Esto es lo mismo que hablar de calidad.
El ejemplo más cercano lo tenemos con el 4% del producto interno bruto (PIB) que se invierte desde 2013 en educación, lo cual supone una presión o camisa de fuerza muy fuerte en el Presupuesto. ¿Han analizado las autoridades si ha valido la pena invertir más de RD$900,000 millones durante los últimos nueve años? Destinar tantos recursos al sector educativo no debe ser sólo el producto de un compromiso electoral o el cumplimiento de una ley que, sin quizá, no fue lo suficientemente procesada por quienes la aprobaron, ya que no pensaron en la capacidad recaudatoria del país. Una presión fiscal de apenas 14.5% no es suficiente.
Algún día es necesario tomar una decisión responsable respecto al endeudamiento o por lo menos ser más consciente de su destino. La deuda del sector público no financiero (SPNF), es decir, exceptuando la del Banco Central y otras relacionadas, pasó de US$26,757.9 millones, al cierre de 2016, a US$34,303.4 millones a noviembre de 2019, lo que equivale a un aumento neto de US$7,545.5 millones, para un aumento relativo 28.2% en apenas tres años.
Mientras esto sucede, los dominicanos nos ufanamos de ser reconocidos por el “excelente manejo” que le damos a la deuda y por ser el “emisor del año”, sin tomar en consideración (o quizá sí) que esos reconocimientos llegan justamente de quienes se benefician de la sed de recursos del país. Abrir los ojos a tiempo evita el golpe.