En varios artículos anteriores hemos hecho referencia de manera directa e indirecta a la importancia del año 2020 para el futuro económico de República Dominicana. La referencia no es casual, pues varios aspectos entrarán en coincidencia para forzar medidas que han de cambiar en parte la forma en que se ha sustentado el crecimiento de nuestra economía.
En la última década, de manera más específica, a partir de los años 2009 y 2010, el Gobierno dominicano ha cubierto parte importante de su déficit fiscal con endeudamiento, en principio, por recomendación del Fondo Monetario Internacional (FMI), que aplicó esa receta en los países de América Latina para superar los efectos de la crisis financiera que afectó a Estados Unidos y gran parte del mundo desde el año 2008.
Tanto el presidente Leonel Fernández como el presidente Danilo Medina le tomaron el “gustito” al recurso del financiamiento externo e interno para cubrir sus déficits fiscales, sin prestar atención a una necesaria discusión para el Pacto Fiscal, que debió firmarse y ponerse en ejecución hace varios años, pero que, en efecto, fue dejado para una próxima gestión del Gobierno.
Es evidente que luego de una década usando la misma medicina del creciente endeudamiento público, ha llegado la hora de recurrir a otra estrategia, porque ese ciclo se termina y posiblemente el país corra el riesgo de ver afectada su economía.
A eso se agrega el hecho de que en 2019 la economía sufrió una importante desaceleración de dos puntos porcentuales y todo apunta a que esa desaceleración tendrá sus efectos también en este 2020, tan pronto como concluyan la elecciones municipales, congresuales y presidenciales.
No hay que olvidar que el logro de alcanzar un crecimiento de 5% en el producto interno bruto (PIB) en 2019 se debió a medidas monetarias para incentivar el consumo interno y no basado en un aumento de la producción, por lo que se puede decir que la economía fue incitada a crecer, no que creció de forma natural, con base en sus fundamentos productivos.
El hecho de que este año sea electoral también incide fuertemente en nuestra economía, ya que el Gobierno tiende a incrementar el gasto público por encima de lo normal durante la campaña, lo cual “calienta” la economía y hace ver un crecimiento que no es real, y luego es necesario desacelerar para equilibrar las finanzas públicas durante la segunda mitad del año.
Este 2020 no solo será politizado por unas elecciones municipales a mediados de febrero, sino que también seguirá politizado con miras a las elecciones presidenciales y congresuales en la tercera semana de mayo y, en vista de que la competencia no está definida, posiblemente haya segunda vuelta electoral a finales de junio de este año, es decir, tres elecciones nacionales en un año.
Otro factor a considerar, y que de seguro están considerando los actores económicos en el país, es que, independientemente de qué partido gane las elecciones presidenciales, a partir del 16 de agosto tendremos un nuevo Presidente, pues el mandatario actual no está en reelección y, aunque uno de los candidatos gobernó el país en el pasado, no parece tener posibilidades para esta contienda.
Un nuevo Presidente vendrá con su “librito” y gobernará con un estilo que puede ser distinto al actual, pero que, además, tendrá que ser distinto, ya que, como hemos planteado en principio, el dinamismo y crecimiento económico exhibido por el país en la última década no puede seguir sustentado en el endeudamiento para cubrir déficits y el incentivo al consumo interno, sin que haya nuevos elementos, de tipo fiscal más que monetario, que ayuden a sustentar la robustez económica a que hemos estado acostumbrados.
Los electores estamos obligados a exigir a nuestros candidatos que digan con claridad qué es lo que harán para garantizar el crecimiento económico, la reducción de la pobreza y de la desigualdad social; mientras que el nuevo mandatario tendrá que asumir con seriedad un Pacto Fiscal que vaya más allá de un simple “parche” y que se enfoque en el ingreso, la calidad del gasto público y garantías eficientes de sustento del crecimiento de la economía.