La Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró a la bachata y su baile como “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”. Es una buena noticia cultural que ayuda a reafirmar la identidad de los dominicanos, pero, al mismo tiempo, es una información de carácter económico importante para un país que, como el nuestro, se apoya en el turismo.
La decisión de la Unesco debe, además, ser interpretada como un reconocimiento a la persistencia de músicos de la categoría artística de Juan Luis Guerra, Luis (El Terror) Días, Víctor Víctor, Luisito Segura, Leonardo Paniagua y otros muchos que contribuyen a la difusión de este ritmo que recoge los sentimientos cotidianos del hombre y la mujer dominicana.
Pero también debe ser aprovechada para mejorar el enfoque en las letras de las bachatas que se interpretan, afinar más los instrumentos, elevar el discurso de esa bachata que se enfoca, en muchos casos, en un desamor violento en una sociedad afectada por los feminicidios.
La bachata puede, como la salsa, a la que un legendario dominicano como Johnny Pacheco hizo tantos aportes, ser un vehículo para transportar al turista alegría y sentimientos sanos. Un ritmo que se construya desde la belleza musical y espiritual del dominicano.
Y sí, faltan más producciones como las que hizo Víctor Víctor con su “Bachatas entre amigos”, que nos regaló -sobre las cuerdas de la bachata- voces como las de Joaquín Sabina, Rafael Solano, Pedro Guerra, Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel, Silvio Rodríguez, Manuel Jiménez o Pablo Milanés…