Sin dudas las plataformas sociales de Internet – entre las cuales podemos señalar, a modo enunciativo, a Twitter, Facebook o Instagram– han dado lugar a situaciones novedosas en materia de difamación, como lo demuestra un reciente caso que comentaremos.
A modo introductorio, la difamación se define comúnmente como el acto de comunicar en un foro público información negativa y falsa sobre una persona, la cual atenta contra el buen nombre, reputación u honor.
En un reciente caso que ha sentado precedente en la materia, el billonario Elon Musk, fundador de Tesla, fue descargado en EE.UU. por una supuesta difamación cometida contra un explorador británico. El resultado del caso ha sorprendido a los observadores legales y apunta hacia la posibilidad de “nuevas reglas” en la materia, principalmente a través de las plataformas sociales de Internet.
El caso se origina en una situación surgida en junio de 2018, cuando un grupo de niños quedaron atrapados en una cueva en Tailandia. El caso conmocionó al mundo, ya que el grupo había quedado completamente a oscuras, desamparados, y con una cantidad limitada de recursos y oxígeno.
En conexión con el caso, Vernon Unsworth, un experto en exploración de cuevas marítimas, acudió al lugar para brindar auxilio. A su vez, Elon Musk ofreció sus servicios para la confección de un pequeño submarino de rescate, un esfuerzo que fue tildado por Unsworth como “un show mediático”. Ante esta crítica, Musk respondió vía Twitter que Unsworth era un “pedófilo”, una aseveración completamente infundada y falsa.
Ante esta información difundida por Musk a su más de 30 millones de seguidores en Twitter, Unsworth lo demandó civilmente por difamación. Es menester aclarar que en EE.UU., como en casi todos los países del mundo, la difamación se trata como un tema civil, reparado en daños y perjuicios, pues ha quedado desfasada la anticuada noción de que es un tema que merece trato penal.
La mayoría de los observadores legales entendían que Unsworth presentaba un caso muy fuerte, ya que era demostrablemente falso que éste era un “pedófilo”, una acusación que es indudablemente negativa. Sin embargo, el jurado en el caso absolvió a Musk, explicando que entendía que no se había probado la difamación.
En la especie, se trataron con reglas distintas las plataformas de Internet, bajo la teoría de que lo expresado ahí no es tan “serio” como aquello expresado por otros medios. Es una explicación interesante y novedosa, aunque deja abierta muchas interrogantes sobre el alcance y el futuro del derecho de difamación ante los nuevos medios.