La desigualdad está de moda y si la juntamos con indignación e irrespeto a los menos favorecidos, la situación se complica y cualquier desacierto de nuestros líderes, gobernantes o circunstancias, puede convertir esos sentimientos y necesidades en la mecha que encienda la pradera social, cosa que debemos temer, ya que las masas en movimiento, sin guía ni objetivos, es lo peor que nos puede suceder.
A pesar de que cuando el hombre pensó en asegurar sus bienes, visualizó las vicisitudes de la naturaleza, los errores humanos, o el daño individual de los hombres, como el robo, pero no en su fundamento estaban los movimientos sociales contra el statu quo. Con el tiempo, al ser un riesgo que puede ocasionar muchos daños y el cual puede ser ocasional, y no producido por el propietario de la cosa asegurada, este entra en la lista de los riesgos como el terrorismo y la guerra civil, que luego esta última fue excluida de las coberturas normales que hoy tienen los contratos.
Cuando se produjo el derrocamiento de Anastasio (Tachito) Somoza en Nicaragua (1979), el gobierno nunca quiso declarar el fenómeno social como una insurrección o guerra civil, lo que produjo muchas pérdidas a las aseguradoras, quienes exigían se declarara la guerra civil, para librarse de las reclamaciones. Es lo que pasa con Chile, donde ya las aseguradoras llevan más de US$2,500 millones de pérdidas y aún siguen contando con el agravante de que los movimientos sociales son producto de la desigualdad e indignación sin que se pueda pensar en guerra civil.
Si algo produce la desigualdad es, precisamente, la falta de bienes y servicios de las personas, los cuales son adquiridos con trabajo y con salario decente, lo que le falta a las grandes mayorías de nuestros pueblos, pero aquellos que lo tienen cuentan con los seguros para proteger sus bienes y no caer en el círculo de pobreza de la mayoría. Y es aquí cuando se manifiesta la gran labor que ejercen los seguros contra la desigualdad.
Cuando un motorista lesiona a un empleado u obrero, el cual no cuenta con un seguro que responda con una justa indemnización, allí habrá pobreza extrema, si tampoco tiene un seguro de vida ni de accidente. Cuando las inclemencias de la naturaleza destruyen sus pequeños negocios, sus pobres viviendas…, allí estará el círculo de pobreza sino cuenta con un programa de seguros que proteja lo que ya no tendrá tiempo de volver a construir sin endeudarse de mala manera.
Los seguros de salud, de desempleo, son una gran herramienta para evitar que una familia gaste todos sus ahorros en atenciones médicas o de manutención cuando pierde el empleo antes de tener nuevos ingresos. El seguro puede que lo veamos como un negocio y lo es, pero este nació como la cooperación de las comunidades que se daban la mano para ayudarse de los fenómenos que ellos no podían evitar, creando fondos con pequeños aportes que crecían y con ello indemnizaban las pérdidas de los afiliados, que tenían la desgracia de sufrirlas.