La política dominicana es como una novela, que cada cierto tiempo inaugura un nuevo capítulo, y cuando piensas que está terminando, entonces te agregan una segunda parte, y vienen nuevos actores a confundirse con los viejos, y nuevas tramas empiezan a tejerse. Y así vamos de año en año, sin que avancemos lo suficiente en términos de los principales indicadores sociales, todo esto a pesar del crecimiento económico que se destaca durante los últimos cuatros lustros.
En efecto, y según el representante del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en República Dominicana, el producto interno bruto del país se ha expandido, del 2000 hasta la fecha, a una tasa promedio anual de un 5.0%, una de las más altas de América Latina y Caribe.
Pero este crecimiento de la economía no es cónsono con la mejora en los indicadores de salud y educación, con poco impacto en el empleo y casi ninguno en la reducción de la desigualdad.
Por ejemplo, los datos que aporta el último Informe del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE (PISA por sus siglas en inglés) es un balde de agua fría para las autoridades dominicanas y una noticia desalentadora para el país pues, con la inversión que se ha hecho en el sector educativo desde el 2013, hemos debido avanzar más en cuanto a los indicadores educativos. Y, muy por el contrario, el Informe PISA coloca a los alumnos dominicanos con serias deficiencias en el aprendizaje de las matemáticas y en comprensión lectora. En esa misma vía también son evaluados los docentes quienes, a pesar de las mejoras salariales, muestran un desempeño precario con poca o ninguna innovación en el proceso de enseñanza.
A nivel de la salud las cosas no pueden ir peor. Las informaciones ofrecidas por el Representante del BID en el país dan cuenta de que República Dominicana tiene serias limitaciones en el sector salud, sobre todo a nivel de equipamiento y número de camas disponibles para la población, además del tema vinculado a la cantidad de niñas que se embarazan prematuramente y mueren en los partos.
La informalidad de la economía es otra cuestión que preocupa al BID, sobre todo porque induce a un precario mercado laboral con pocas posibilidades de generar los empleos que se requieren. Por el lado del turismo, se destaca el activo que constituye la Ciudad Colonial para los dominicanos, catalogándose a esta como una “joya” en el Caribe.
Pero más allá de lo que expuso el representante del BID en RD, en el marco de una conferencia magistral sobre las Perspectivas de la economía dominicana, el problema de nuestro país es que entre unas elecciones y otra, parece que los políticos gestores de la cosa pública, no tienen mucho tiempo para medir y evaluar indicadores sociales, y prefieren continuar con sus roles en esa novela política que a diario nos pasan, y que nosotros, tranquilamente, compramos. Demasiado pan y circo y poco avance en cuanto a bienestar social.