El volumen de transacciones electrónicas de República Dominicana se ha incrementado a un ritmo acelerado, que lo ha convertido en un atractivo para los practicantes del cibercrimen.
Para poner en contexto por solo mencionar un ejemplo, en el pasado Viernes Negro las cifras alcanzaron los RD$5,300 millones, superando así en un 22.64% los RD$4,300 millones consumidos con tarjetas en puntos de ventas durante el 2018, año que ya había superado en un 7% a su antecesor 2017.
Si partimos de la definición básica de ciberseguridad, podemos resaltar la protección, no sólo de la infraestructura física, sino también la información contenida en la misma. Es por esto, que la ciberseguridad es un elemento esencial para el correcto funcionamiento de cualquier tipo de organización. Sin ella, muchas podrían ver afectadas sus operaciones diarias y en el peor de los casos podría desparecer con un único ciberataque. Por ende, la ciberseguridad más que un gasto es una inversión.
República Dominicana se encuentra en la décima posición de Latinoamérica y el Caribe de amenazas detectadas. Hemos de recordar lo lucrativo del cibercrimen, ya que el valor de un activo de información supera el valor de las acciones del petróleo.
Estamos convencidos que, con la adopción de normas de gestión de estándares internacionales, el perfil de ciberseguridad del país se elevará de manera vertiginosa, reduciendo su exposición al riesgo; por lo que la posición del CISO se verá comprometida a elevarse para cumplir con dichos estándares. La concientización debe centrarse en el usuario final, ya que siempre será el eslabón más débil de la cadena que debemos proteger.
Los organismos reguladores del sector financiero han tomado la postura correcta y han adoptado las buenas prácticas de seguridad, elaborando un reglamento de seguridad cibernética y de la información, basado en marcos de estándares internacionales, requiriendo la contratación para los Intermediarios de Valores un oficial de Seguridad Cibernética y de la Información (CISO), con el propósito de implementar dicho reglamento en las distintas entidades.
El negocio se mueve hacia la automatización y optimización, basado en la transformación digital forzado por el mercado y la globalización en un mundo cada vez más ágil que no responde a la velocidad de los procesos manuales.
La estrategia de automatización de toda organización debe fundamentarse en la innovación, basada en la inteligencia de datos, para así crear productos y servicios acordes a las necesidades y exigencias de los clientes, orientados a mejorar su experiencia, fidelizándolo e identificándolo con la marca.