En julio de este año, en un análisis a propósito de la inversión del 4% del producto interno bruto (PIB) en educación, me hice la siguiente pregunta: ¿para qué han servido los RD$936,428.9 millones que ha manejado el Ministerio de Educación desde 2013, año en que se inicia la aplicación de la Ley 66-97? Sólo en el Presupuesto de 2019 se destinan RD$170,570.2 millones, es decir, un 18.2% de este monto.
Lo que nos acaba de pasar con el Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA, siglas en inglés), que cada tres años realiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) para probar las habilidades de los estudiantes de 15 años en lectura, matemáticas y ciencias, es vergonzoso y lamentable.
La revolución educativa que hemos pregonado en estos últimos años realmente ha sido una “involución educativa”. Sin ánimo de buscar culpables, porque creo que las responsabilidades son compartidas, para lo único que han servido todos estos recursos es para hacer planteles escolares, darles comida a los estudiantes y llenar los bolsillos de algunos que han hallado en este inmenso presupuesto la oportunidad para ser suplidores del Estado.
PISA vuelve a demostrar que no hemos tenido éxito en mejorar la calidad de la educación, y si eso no sucede, por más publicidad que se haga de la cuantiosa inversión que hace el Estado, estaremos botando el dinero por un agujero profundo (y no sé si tenga fondo).
¿Por qué lo de vergüenza ajena si estos resultados, tan desastrosos, son del país? Supongo que las autoridades deberían estar con el “moco para abajo” luego de este informe. Como dominicano es preciso lamentar estos resultados, ya que desde fuera nos miden con la misma vara y todos sabemos que no debería ser así. Estar en el último lugar sólo nos demuestra que la inversión en educación debe ser reenfocada, que es necesario deponer los intereses particulares para cambiar esta realidad.