Después de un escarceo evidentemente político, la Cámara de Diputados aprobó por fin el préstamo que está dirigido a la revitalización urbana y comercial de la Ciudad Colonial, uno de los más importantes y emblemáticos lugares turísticos que posee República Dominicana. Para los que no lo saben, la Ciudad Colonial constituye el primer asentamiento europeo en América, siendo declarada por la UNESCO, en diciembre de 1990, Patrimonio de la Humanidad, y uno de los atractivos turísticos de mayor renombre en la región.
Este préstamo, el cual fue sometido por el Gobierno Central por un monto de US$90 millones, es una segunda operación que estuvo precedida por un préstamo de US$30 millones, el cual permitió el remozamiento de una buena parte de la Zona Colonial, la recuperación de casas y monumentos antiguos de importancia para esta zona, la transformación de sus calles y la recuperación de un esplendor que poco a poco se estaba perdiendo. Se tiene conocimiento de que a partir de esta inversión pública, la revitalización de la Ciudad Colonial es más que evidente, logrando que el sector privado realice cuantiosas inversiones, lo que revela el efecto multiplicador positivo de esta operación crediticia que se realiza con el Banco Interamericano de Desarrollo.
En adición a todos los beneficios que se puedan derivar de la primera y segunda operación vinculada a estos préstamos, conviene destacar el impulso que se le ha dado a las microempresas y pequeñas empresas que ofrecen productos y servicios turísticos en la Zona Colonial. De hecho, hay evidencia empírica de que una cantidad importante de estas Mypes han logrado, con posterioridad a la implementación del proyecto, elevar sus ventas, diversificar su oferta, organizarse de una mejor manera, innovar en su ámbito de producción y, en particular, tener mayores niveles de competitividad.
Los que me conocen, deben asentir que soy un crítico permanente de la deuda pública, pues entiendo que la tendencia que se lleva en términos de porcentaje de los ingresos tributarios que se paga en interés y capital, puede ser peligrosa en el corto y mediano plazos, sobre todo si no se toman medidas, principalmente, por el lado de la reducción del gasto y también por la parte de los impuestos.
Pero cuando se trata de un préstamo que tiene nombre y apellido, que tiene dolientes como el Ministerio de Cultura, la Alcaldía del Distrito Nacional y el Ministerio de Turismo, que las inversiones que realizará son claras y específicas, y que tiene otros dolientes como son los miles y miles de turistas, de factura local y extranjera, que visitan la Ciudad Colonial, así como los cientos de comunitarios que verán sus valores históricos resurgir, asumir esta deuda vale la pena. Ya vencidos los “honorables”, y entendiendo que nuestro turismo hay que protegerlo, lo que queda es iniciar la ejecución del proyecto y, por qué no, inaugurarlo en una fiesta con Bonyé.