A la mayoría de los mortales en América Latina les importa un bledo el tema de las pensiones; solo se preocupan por esta cuando ya están jubilados o cuando están en proceso de serlo, es decir, cuando ya están viejos y cansados. Mientras tanto, los sistemas de pensiones continúan acumulando billones de pesos y dólares, los cuales circulan en las economías gracias a la “estrategia” de los sistemas financieros y también en agradecimiento a los gobiernos, quienes cumplen fielmente las leyes que les dan sustento, sin que esto resuelva el problema de retiro digno de los envejecientes mayores de 65 años, quienes suman hoy en día más de 50 millones, y en aumento (Arenas, 2019).
En efecto, desde hace un tiempo a esta parte, los sistemas de pensiones latinoamericanos han venido recibiendo severas críticas por su incapacidad de alcanzar el trípode que sugiere Arenas en su libro cuyo título es el mismo de este artículo: cobertura adecuada, suficiencia de las prestaciones y sostenibilidad financiera. En términos de cobertura, el desafío es, y será, cómo incorporar al sistema una población que envejece y que, según las proyecciones, al 2065 serán alrededor de 200 millones de personas. De su lado, la crítica a la insuficiencia de las prestaciones viene a cuento por el hecho de que lo que reciben los trabajadores, con posterioridad a su retiro laboral es, desde cualquier punto de vista, precario y no alcanza para cubrir ni siquiera las necesidades alimenticias y de salud de los pensionados.
Pero quizás el más grande reto de los sistemas de pensiones, a decir de los expertos en esta materia, es la sostenibilidad financiera de los mismos, es decir, la capacidad de generar los ingresos suficientes para solventar no solo las pensiones que se generen, sino también mantener la cobertura y, al mismo tiempo, que esta sea de calidad y en montos más elevados.
En República Dominicana, sin embargo, el debate anda por otro lado y se enfoca más en plantear qué hacer con la cantidad de recursos que se están acumulando y que solo están sirviendo para alimentar al sistema financiero, y no para impulsar el desarrollo económico y social mediante inversiones en sectores productivos rentables. Otra parte del debate en República Dominicana es la alta rentabilidad que tienen las denominadas Administradoras de Fondos de Pensiones (AFPs) que no es, ni por asomo, cercana a lo que reciben, y recibirán, los dueños de los aportes, es decir, los trabajadores.
Un elemento adicional que se plantea como tema de debate de los sistemas de pensiones en América Latina, es el efecto sobre las finanzas públicas, es decir, los aportes que deben realizar los gobiernos para mantener programas previsionales no contributivos, y también para poder sostener a una parte de la población que, por sus niveles de ingresos, no cotizó lo suficiente durante su vida laboral.
En conclusión, la situación actual de los sistemas de pensiones es que, en su mayoría, requieren reformas para asegurar su sostenibilidad futura y para que también respondan a las necesidades de la población. Valdría la pena que los políticos dominicanos, ahora que están en campaña, pongan en su agenda programática este tema. Muchos votantes envejecientes se lo agradecerán.