Las calles de la capital son especiales. Quizá sea de esos pocos casos en los que en las principales esquinas de ver a haitianas con niños colgados en la cintura, cuando son muy pequeños, pero también con tres y hasta cinco menores de edad utilizados como carnadas para pedir en las calles.
Es un acto de abuso infantil cometido, además, por indocumentados, personas que en muchos casos son víctimas de traficantes de humanos. ¿Y las autoridades? Bien, gracias.
Aquí hay, claramente, un fallo doble: el incumplimiento o falta de aplicación de nuestra Ley de Migración y, por el otro, la explotación infantil en las narices de todos sin que, aparentemente, alguien se dé por enterado.
Santo Domingo merece una mejor cara. Cada acción trae consigo una reacción. Si se permite que esto siga “engordando” en frente de todos, posiblemente no habrá forma de ponerlo a dieta.