Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidente de México, acaba de poner en circulación su libro “Hacia una economía moral” en el cual, se presume, trata de los esfuerzos que realiza su gobierno por establecer “mecanismos de solidaridad y ayuda mutua… orientados a satisfacer las necesidades básicas” de la población, posibilitando de esta manera la implementación de un modelo alternativo al modelo neoliberal que, según el presidente de marras, ha sido un rotundo fracaso.
Otra presunción alrededor del contenido del libro de AMLO es sobre la corrupción, y la visión de algunos mexicanos de que esta es parte de la cultura de México, igual a lo que pensaba una diputada al Congreso de Brasil quien opinaba que el fenómeno de la corrupción era parte del ADN de los habitantes de ese país, cosa que AMLO considera absurda y ofensiva.
Como aspiración, resultan válidos los intentos del presidente de México por crear una economía moral, es decir, una economía sustentada en el concepto de la ética de la subsistencia la cual, a su vez, tiene su esencia en la “búsqueda del bienestar colectivo y no en el lucro personal”. A este respecto, conviene citar a E. P. Tompson y a James Scott, mencionados por el articulista Julio Boltvinik, autores que estudiaron la economía moral y la concibieron como un “cuerpo de pensamiento que enseñaba la inmoralidad de lucrar en base a las necesidades de la gente”.
De manera particular, Thompson concibe la economía moral a partir de la carga moral que se le daba a la protestas por una mejor sociedad, en donde se conjugaban elementos vinculados a las formas en cómo se comercializaban los alimentos en tiempos de crisis, así como las protestas de las multitudes campesinas sobre este particular, y también la indignación que provocaba el lucro que conseguían algunos durante las emergencias que se presentaban.
En ese mismo sentido, la economía moral rehúye de la corrupción, pues apuesta a un esquema de funcionamiento de la economía basado en una mayor redistribución, no necesariamente a través de los mecanismos del mercado, con raíz neoliberal.
El problema, sin embargo, es que en América Latina y, particularmente, en República Dominicana, las estructuras de producción nacional tienen al lucro como su mayor ambición y al mercado como su mejor aliado, en donde las alianzas corruptas, en tiempos de paz y/o de crisis, se crean, crecen y se perpetúan, imposibilitando de esta manera una respuesta adecuada a la población pobre.
De esta manera, la aplicación de una economía moral tendrá sus limitaciones pues solo se le reconoce que está convocada a “existir como resistencia a la economía del libre mercado: el alza del precio de –la telera- puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente”.