Durante las décadas de los años 60 y 70 la economía dominicana era eminentemente agrícola, ya que su desarrollo estaba sustentando en el crecimiento de los sectores agrícola y pecuario, concentrándose en estos la mayor fuerza laboral del país. A partir de la década del 80 esta realidad empezó a cambiar, verificándose un estancamiento de la actividad agropecuaria y, en particular, el inicio de la reducción de las exportaciones de cultivos tradicionales y de la generación de divisas.
Es así que el sector agropecuario empieza a disminuir su participación porcentual en la composición del Producto Interno Bruto nominal, pasando de un 12.4% en el 1991 a un 5.9% en el 2007, es decir, cae casi a la mitad en 16 años.
Otro ejemplo es que, en el 2007, el sector agropecuario empleaba el 14.4% de la población, lo cual representó menos de un cuarto del aporte al empleo que realizaba en el 1970 que fue de 54.7%. También, de representar el 58.2% de las exportaciones nacionales en la década de los 80, las exportaciones agropecuarias pasaron a representar el 23.7% en el 2006 (CEPAL, 2000; CEPAL, 2008).
Más aun, cuando se analiza el comportamiento del PIB Agropecuario real se puede observar un relativo estancamiento en su tasa de crecimiento, pues pasó de un 5.5% en el 2010 a un 4.1% en el 2012, aunque se recuperó en el 2014 creciendo de nuevo un 5.5%. Algunos de los factores que explican esta tendencia en la disminución de la importancia de la agropecuaria en la economía dominicana se encuentran: la disminución de los precios internacionales de determinados productos agrícolas, baja rentabilidad en el sector, el paso de una economía cerrada y protegida a una economía abierta fruto de la globalización de los mercados, baja productividad, la falta de financiamiento y, por último, la ausencia de políticas públicas coherentes y de estrategias claras para el fomento y la promoción del sector agropecuario.
Sin embargo, la llegada de Danilo Medina a la Presidencia de la República anunció nuevos aires para el sector agropecuario, pues éste venía con un enfoque claro sobre los sectores que quería promover, entre los que se encontraban la pequeña y mediana empresa y la agropecuaria. Es así que se inicia un amplio proceso de Visitas Sorpresas a productores agropecuarios a todo lo largo y ancho del país, en donde el presidente Medina se reúne con grupos y asociaciones de productores que van desde productores de café y cacao hasta de conejo, por poner solo un par de ejemplos. Allí, una vez conocida sus necesidades por boca de los propios beneficiarios, Medina se ha comprometido al financiamiento de diferentes cultivos, generando esto grandes expectativas en la economía rural.
De hecho, según datos de la Presidencia de la República, a partir de estas visitas se han generado alrededor de 37,000 empleos.
Es evidente que el Presidente Danilo Medina está interesado en crear una nueva Economía Rural, en donde los hombres y mujeres del campo puedan vivir dignamente a partir de lo que producen, y se pueda cambiar la visión de que la producción agropecuaria, en su generalidad, es de subsistencia. Pero el Presidente tiene que hacer algo más que Visitas Sorpresas para darle sostenibilidad a su idea de una Nueva Economía Rural (NER), pues es evidente la dispersión y atomización de las instituciones públicas que operan en el sector agropecuario en la República Dominicana, y también la ausencia de políticas públicas coherentes que regulen y guíen el accionar de los actores de este sector, al tiempo que se establezcan reglas de juego claras para todos por igual.
En ese mismo sentido, la Nueva Economía Rural que está tratando de instaurar el Presidente Medina es coincidente con la Nueva Ruralidad que se viene promoviendo en América Latina desde hace algunos años, lo cual es una nueva forma de concebir el desarrollo rural, ahora desde la perspectiva que permite entender la relación entre lo urbano y lo rural y los cambios que la globalización ha impulsado.
En ese marco, se precisa de un Diálogo de Políticas Públicas que posibilite ordenar el sector agropecuario y, al mismo tiempo, la asignación de roles para cada actor, entendiendo que el eje central de la intervención, como decía Del Rosario (2007) debe ser la pobreza rural y su superación, en donde los “pequeños productores rurales tienen un rol importante a jugar en materia de sostenibilidad ambiental, seguridad alimentaria y viabilidad social”
El autor es economista con un doctorado en educación.