La legislación dominicana cuenta con una serie de instrumentos que buscan incentivar el desarrollo económico y el bienestar colectivo, especialmente a través de exenciones fiscales o exoneraciones de impuestos para ciertos sectores productivos.
El fin último de estas exenciones es el empleo, alcanzado mediante la inversión y el crecimiento. Pero, ¿qué pasaría si estos empleos no generan el suficiente bienestar para la población?, ¿se está priorizando la creación de más o mejores empleos?, ¿qué tan difícil es la combinación de ambas de manera sostenible?
Las estimaciones para el año pasado rondaron los RD$150,000 millones en exenciones, recursos que el Estado deja de recibir e invertir en salud, por ejemplo, pues entiende que el “sacrificio” servirá para mejoría de la gente.
Zonas francas de exportación es uno de los sectores económicos que reciben un tratamiento especial, con resultados evidentes no solo en la creación de puestos de trabajo y la generación de divisas por medio de las exportaciones.
Para finales de 2013, las empresas de zonas francas empleaban a 144,383 personas, con una tendencia al crecimiento. Por ejemplo, el consorcio empresarial de zona franca D´ClaseShoes anunció recientemente el aumento su producción de calzados en un millón y medio de pares adicionales, generando 2,000 nuevos puestos.
Mientras que para el primer trimestre de 2014, se produjo un saldo positivo de la balanza comercial de zonas francas de US$870 millones, a diferencia del saldo negativo de US$4,282 millones proveniente del resto de los sectores.
Sin embargo, estos signos de prosperidad contrastan bastante con el salario mínimo que reciben la mayoría de los empleados de estas empresas, ascendente a RD$7,220, muy por debajo a los RD$10,407.56 establecidos hace cuatro años por el Banco Central como los recursos necesarios cada 30 días para pertenecer al quintil más bajo de la escala social. Aunque el sueldo no es el único parámetro para medir la pobreza, el salario es determinante a la hora de mejorar la calidad de vida de cada familia en particular.
La buena noticia es que, en los últimos años, se ha venido produciendo una mejoría en los salarios de ese sector, con la aparición de “call centers” o centros de llamadas, donde la paga mensual ronda los RD$20,000.
Similar sucede con las empresas turísticas, las que reciben una serie de beneficios fiscales por establecerse en ciertos polos geográficos que el Estado busca desarrollar. Además de los estímulos por la vía impositiva, el gobierno apoya la actividad turística por medio de la promoción internacional y la construcción de infraestructura que facilite realizar este tipo de negocios.
En este caso, las empresas grandes, medianas y pequeñas del sector hotelero y gastronómico reciben un salario mínimo mensual de RD$8,040, RD$5,768 y RD$5,191, respectivamente.
Otro grupo favorecido por las exenciones es el de las empresas establecidas en una de las siete provincias que conforman la Zona Especial de Desarrollo Fronterizo: Bahoruco, Pedernales, Santiago Rodríguez, Elías Piña, Dajabón, Independencia y Montecristi. Estas pagarán un salario de acuerdo al sector al que se encuentren. Si no están sectorizadas (a los fines de remuneración del trabajo), deben beneficiar a los trabajadores de la escala más baja con RD$11,292, si es una empresa grande, RD$7,763, las medianas, y RD$6,880, las pequeñas.
Menos participación
Esta baja remuneración del trabajo ha traído una evidente asimetría en la distribución de los beneficios de las diferentes actividades productivas. Ha sido resaltada, no solo por organismos internacionales, sino por el propio gobernador del Banco Central, Héctor Valdez Albizu. “Los bajos salarios son el gran problema, si se mejoran los salarios mejora toda la economía”, afirmó el funcionario a mediados del mes pasado.
A su juicio, la mejoría de los ingresos de los trabajadores fortalece la capacidad de consumo de la población, aumenta la productividad para las empresas y las recaudaciones del Gobierno.
Por otro lado, los datos del Banco Central revelan que el sector empresarial dominicano ha experimentado un constante aumento de su participación de los ingresos de las actividades económicas, provocando una reducción de un 40% de los beneficios de los trabajadores entre 2000 y 2012.
Hace 14 años, los trabajadores recibían cerca del 70% del valor agregado, mientras que en 2012 se situó en 23%. El resto corresponde a las ganancias brutas empresariales.
“La atracción de inversión extranjera no depende únicamente de los bajos salarios”, manifiesta el director del Centro de Exportación e Inversión (CEI-RD), Jean Alain Rodríguez, quien también entiende que los atractivos del país son diversos.
“La competitividad que mostramos a través de los costos operativos, incluyendo el nivel de salarios, para desarrollar negocios en el país, es solo uno de los muchos factores que toma en cuenta un inversionista al momento de decidir realizar o expandir sus inversiones en el país”, explica.
Destaca que el país ha recibido reconocimientos internacionales como un destino atractivo para las inversiones por parte de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo (UNCTAD), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el FDI Intelligence del Financial Times, entre otros organismos regionales e internacionales. Estos han destacado la seguridad jurídica y la estabilidad política, social y económica que vive el país, su infraestructura de transporte y logística, los avanzados servicios de telecomunicaciones, atractivos incentivos sectoriales, la estratégica ubicación geográfica y acceso a mercados, y el talento y capacidad de sus recursos humanos.
Para el Economista Pavel Isa Contreras, las implicaciones de tener una economía que genere pocos empleos y en la que se perpetúan los bajos salarios son devastadoras, pues no sólo se trata de que los bajos ingresos laborales contribuyan a sostener una alta incidencia de pobreza, también, de que como resultado de los reducidos ingresos, los hogares pobres tienen graves restricciones para adquirir las capacidades necesarias como para tener mayores oportunidades laborales.
De esta forma identifica al menos otros tres efectos perniciosos de esta dinámica. El primero es que los bajos salarios y los pocos empleos hacen que los mercados permanezcan siendo pequeños. Una consecuencia de esto es que los sectores productivos, en especial la industria, tienden a operar con altos niveles de capacidad ociosa y por lo tanto, con costos y precios elevados. También, los mercados pequeños tienden a estar concentrados y dominados por unas pocas empresas. Esto incrementa el riesgo de que las empresas se comporten de forma oligopólica, elevando los precios y los beneficios en base a su poder de mercado. En ambos casos, los altos precios retroalimentan la pequeñez del mercado, restringiendo el crecimiento y la creación de puestos de trabajo.
El segundo es que los bajos ingresos laborales se asocian a bajas recaudaciones tributarias porque la inmensa mayoría de los perceptores de ingresos formales no alcanzan el nivel de ingreso mínimo para ser contribuyentes del impuesto sobre la renta, y porque los bajos ingresos hacen que una proporción elevada del gasto se dedique a la compra de bienes exentos. Esto contribuye a que el Estado tenga restricciones financieras que limitan sus posibilidades para proveer bienes públicos, incluyendo aquellos que son imprescindibles para elevar los ingresos de los hogares pobres tales como salud, educación e infraestructura básica.
El tercero es que los bajos salarios implican exiguos aportes a la seguridad social, lo que se traduce en restricciones para financiar adecuadamente los servicios de salud.
Tras inversiones de más valor
En aras de que las inversiones extranjeras tengan mayor impacto en la calidad de vida de los trabajadores, el gobierno se ha propuesto la atracción de proyectos que tengan un mayor valor agregado y de la capacitación de la gente, de manera que puedan realizar, con su trabajo, los aportes requeridos.
“Para determinados sectores hemos desarrollado un plan de acción especializado y altamente detallado que aborda la misión de la creación de empleo a la luz de las necesidades de cada industria”, según Jean Alain Rodríguez.
Las promociones de inversiones de parte del Centro de Exportación e Inversión (CEI-RD) han abarcado sectores considerados estratégicos para la inversión, como telecomunicaciones, minería, agroindustria y comercio, así como otros sectores emergentes en el país, como el de desarrollo de software, la industria del cine y audiovisuales, artesanías y textiles.
Esta estrategia de empleos dignos también busca impactar las zonas francas y el turismo, abordando áreas de generación de trabajo no tan tradiciones, como los centros de llamadas, turismo médico, ecológico, enológico, cultural, o de negocios.
De esta forma, el gobierno busca alcanzar su meta de generar 400,000 empleos entre 2012 y 2016, en los diferentes sectores productivos que componen la economía dominicana. El CEI-RD estima que los puestos de trabajo provenientes de proyectos de inversión extranjera durante estos cuatro años llegará a 108,775.
“A favor del sector turismo -con más de 216,000 empleos directos e indirectos acumulados- nos encontramos promoviendo iniciativas de atracción de inversión extranjera para el fomento y desarrollo de negocios relativos a turismo diversificado”, explica Rodríguez.
De esta forma, las autoridades de que, por medio de la capacitación técnica y profesional, se puede mejorar el empleo que recibe el país. Además entienden que se debe trabajar en la innovación tecnológica, apegarse a los estándares medioambientales internacionales para dar respuesta a la demanda de las industrias e inversionistas extranjeros que desean instalarse en el país.