Román Ramos Uría es un hombre agradecido y valora cada paso de éxito en su vida. Da gracias a la vida por sus padres, hermanos, esposa e hijos (y sus 19 nietos), a quienes ha inculcado valores como la transparencia, honestidad y humildad. El trabajo tesonero ha sido su compañero de siempre para alcanzar todas sus metas.
Sus primeros años en República Dominicana fueron difíciles. En él hay un origen lejano de una historia cercana. Llegó en la postrimería de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, en 1959, justo cuando se escenificaba la expedición de Maimón, Constanza y Estero Hondo. Desde España, luego de haber vivido los primeros 17 años de su existencia, sale el 7 de octubre en el barco Antillana, que sólo llegó hasta Puerto Rico.
Don Román Ramos, jovencito cargado de anhelos y aspiraciones, tuvo que pedir US$40.00 para tomar un vuelo en la Compañía Dominicana de Aviación (CDA) que lo trajera al país, aterrizando en el aeropuerto General Andrews, donde hoy está el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte. Desde que puso el primer pie en tierras quisqueyanas se dio cuenta que aquí se quedaría por resto de su vida. Por supuesto, en ese instante no sabía que fundaría una empresa emblemática que hoy es un referente entre los dominicanos.
Como ser humano agradecido, guarda respeto eterno por la memoria de Jesús Ramos Uría y Luis María Fernández Galán, quienes con su liderazgo, visión de negocios, pasión por el servicio, honestidad y trabajo tesonero, ayudaron a construir la historia de éxito que hoy representa el Grupo Ramos.
Sobre su persona, en el prólogo de la obra “El origen lejano de una historia cercana”, que narra los inicios y trayectoria de más de 54 años de esta institución empresarial dominicana, José León Asencio dice que “al observar lo alcanzado por su empresa, difícil es pensar que su historia se limitaría a su persona (…) está la historia de sus negocios, así como la del país mismo, las cuales nos hacen conocer los contextos y pormenores, génesis y desarrollo de lo que hoy es el Grupo Ramos”.
Afirma que Román Uría es tan dominicano como el que más, y las insignias de su empresa y las marcas que la integran forman parte de la historia de esta nación.
La génesis de lo que hoy es Grupo Ramos se remonta a más de 170 años y tuvo como escenario a Pola de Allande, una pequeña villa española del Principado de Asturias, situada a 500 metros sobre el nivel del mar, cuyas calles suben y bajan conforme a la topografía del terreno y donde las campanas de la iglesia San Andrés aún marcan el paso de las horas.
Fue en este lugar, en un local de 50 metros cuadrados donde germinó la semilla, en 1845, que daría origen a una tradición empresarial que se trasladó a República Dominicana para marcar un antes y un después en la historia comercial del país.
El Comercio del Redondo, fundado por Antonio Ramos García y su esposa Constanza Argüelles, fue la primera tienda de Pola de Allande. Con el tiempo se cerró una pequeña panadería que tenían y sólo quedó la sastrería que, además, vendía telas e hilos de solo cuatro colores: marrón, azul, blanco y negro, pues eran los más demandados por la época.
Del matrimonio entre Antonio y Constanza nacieron tres hijos: Juan, Román y José. La vena de comerciante que corría en la familia, según narra la historia, brotó fuerte en Román Ramos Argüelles, quien se destacó como un gran emprendedor, dedicado a la exportación de jamón y ganado vacuno y ovino desde el Comercio del Redondo, pero en otro local ubicado en la avenida Aranda, hoy Donato Fernández, de Pola de Allande.
Ramos Uría, el segundo de seis hijos que tuvo la pareja formada por Jesús Ramos Zardaín y Rogelia Uría, nació el 18 de octubre de 1941. Comenzó a trabajar de los 12 años en la tienda de su padre. Luis Fernández Galán, su mejor amigo de siempre y era hijo de quien fuera su maestro en Pola de Allande, también fue su socio en los negocios en Santiago y vicepresidente del consejo de directores del Grupo Ramos. Falleció en 2016.
“Me atrevo a decir que Grupo Ramos es la primera empresa familiar de República Dominicana que es una institución. Somos una empresa democrática y no por llevar el apellido Ramos vamos a colocar a alguien en una posición para la cual no está preparado.
Aquí hay que dar la talla para escalar”, asegura Ramos Uría cuando describe no sólo el compromiso con la excelencia que tienen cada uno de los miembros de su familia, sino de todos los colaboradores del árbol que ofrece protección a La Sirena, Super Pola, Aprezio y Multiplaza.
Ramos Uría, cuyas empresas emplean a más de 10,000 personas, ha sido un abanderado de la responsabilidad social empresarial, pues la considera una acción que conecta a las empresas con las personas a través de proyectos de bien social.
Sus empresas colaboran activamente con Fe y Alegría, Sanar una Nación y Unicef, entre otras entidades que trabajan con poblaciones vulnerables. Está convencido de que “el dinero va y viene y que la vida no te garantiza nada, sino que lo más importante es tener preparación y entrega para tener éxito”.
A poco más de 60 años de haber emprendido su aventura en La Sirena, como señala el libro que cuenta su historia de vida, el Grupo Ramos exhibe buenos resultados financieros, con un crecimiento anual sostenido e importantes aportes al fisco, que lo convierten en uno de los principales contribuyentes de República Dominicana.
En cuanto a la inmigración, independientemente de donde sea, considera que es un fenómeno humano que ayuda al crecimiento de los pueblos. El mestizaje que produce el encuentro de un pueblo con otro, explica, le trae riqueza a la sociedad en términos económicos y culturales.
Raíces con valores
La familia ha sido fundamental en el desarrollo de Román Ramos Uría. Cualquier decisión ha de contar con su aprobación. La compra de La Sirena fue una noticia que causó alarma, pues sus familiares calificaron la transacción como un locura, pues fue en 1965, año en que el país se encontraba en guerra.
El espanto de la familia de Román no se calmó ni siquiera con la explicación de que había comprado en muy buenas condiciones y le habían dado un plazo largo para pagar.
Su madre doña Rogelia, escandalizada, exclamó: “¡¿En qué lío se metió este rapacín!?”, como le dicen a los muchachos de corta edad en la tierra de nacimiento. “El origen lejano de una historia cercana” cuenta que nadie en la familia Ramos Uría imaginó que Román llegaría donde llegó. Así lo confirman sus hermanos Flora y Manolo.
Este último asegura que era impensable porque “en su generación, la gente seguía la tradición de heredar, pero iniciar un negocio en plena revolución, en otro país…fue arriesgadísimo”.