La Organización de las Naciones Unidas (ONU) establece el 20 de octubre como Día Mundial de la Estadística. En República Dominicana se conmemora el Día Nacional de la Estadística el 1 de noviembre de cada año, debido a que fue en esa fecha del año 1936 cuando se creó por ley lo que hoy conocemos como Oficina Nacional de Estadística (ONE).
La estadística en el país tiene su origen prácticamente desde el descubrimiento de la isla (1492), ya que para 1514 se estaría realizando un reparto de indios que implicó un levantamiento estadístico de esos nativos.
Además, datos históricos hacen referencia al censo de Osorio, en 1606, donde se determinó la población, cantidad de ingenios, hatos, esclavos, puertos y estancias de determinados cultivos, entre otros datos.
En 1892 se realizó el primer censo de población y de otros datos en la ciudad de Santo Domingo, mientras que, para mediados de la década del 40 del siglo pasado, se decide incluir la Estadística como asignatura académica, a cargo de Vicente Tolentino Rojas, considerado padre de la estadística en República Dominicana.
Pero más que los datos históricos, la intención de este artículo es destacar la importancia de la estadística como instrumento determinante para la realización de proyectos de desarrollo, para corregir situaciones y para idear soluciones en prácticamente todos los aspectos que nos rodean.
Lamentablemente en República Dominicana la estadística no recibe la importancia requerida tanto en la rigurosidad del levantamiento de los datos como en el aprovechamiento de la data resultante para la planificación requerida.
El levantamiento de la cantidad de habitantes en el país, la población por género, estado civil, nacionalidad, niveles de alfabetismo, cantidad de calles, edificaciones públicas y privadas, hogares, iglesias, escuelas, hospitales, bibliotecas, medios de comunicación, empresas, profesionales de diversas áreas, medios de transporte y cualquier otra data, son de imprescindible importancia y utilidad para toda sociedad organizada.
No podemos planificar acciones efectivas para solucionar problemas o mejorar condiciones de vida, si no conocemos la realidad estadística de cada una de esas áreas. Por esa razón, los países que muestran más avances en su desarrollo son los que se han interesado más en las mediciones que arroja la estadística en sus diferentes aplicaciones.
Generalmente, los estudiantes que no son amantes de los números ni de los cálculos; aquellos que prefieren elegir carreras donde esas materias no aparecen, por lo que no las escogen por vocación, sino por irse a un pensum que consideren fácil, cometen un error cuando ven la estadística como una asignatura difícil.
Deberían ser lo contrario, ya que se trata de una de las áreas más apasionantes, con la posibilidad de aportar conocimiento en todos los aspectos de la vida del ser humano, no solo de las organizaciones o de carreras o actividades técnicas y profesionales específicas, sino en todas y cada una de las acciones que desarrollamos a diario.
En la vida, todo es medible, y cuando contabilizamos de manera directa o indirecta, formal o informal, nos podemos dar cuenta de nuestros niveles de gastos, de los escapes económicos o de tiempo que tenemos, de las áreas donde podemos aprovechar mejor nuestra existencia y de la manera en que podemos resolver con más facilidad algunos de nuestros problemas.
La ONE se ha fortalecido en los últimos años, luego de un largo tiempo de letargo y descuido de nuestras autoridades. Sin embargo, todavía sigue siendo una institución débil, con poca rigurosidad técnica, limitaciones de recursos y carente en parte de la continuidad, credibilidad y confiabilidad que deben arrojar sus estudios y levantamientos.
Si nuestros gobernantes fortalecieran a la ONE para obtener de ésta datos apegados a la realidad y, a su vez, los utilizaran para planificar y poner en marcha las acciones necesarias en cada área, es seguro que tendríamos un país más avanzado, con más y mejor aprovechamiento del crecimiento económico que tanto se menciona y, a la vez, tanto se critica, porque no se traduce en una mejoría de la calidad de vida de la gente en la proporción deseada.
Esa debilidad se debe, en gran medida, a nuestra debilidad en la parte estadística.