Este año está en la “curvita de la Paraguay”, es decir, está entrando al último tramo de su existencia. Éste, sin duda, ha sido uno de los lustros más difícil de adivinar su final en términos económicos. El primer semestre fue irregular si se toma en cuenta que no sólo la economía fue lenta en su desempeño, sino que hubo factores, como la crisis del turismo, que realmente afectaron su desenvolvimiento.
Las autoridades monetarias, es de lugar reconocerlo, han cargado muy pesado en este año. Se nota (y el que sabe un poco de economía lo sabe) que le han dejado la mayor responsabilidad para motorizar la economía con medidas que impulsen el consumo interno. Sin embargo, todo indica que tendrán éxito porque podría llegar al 5% del crecimiento del PIB.
Aunque el gobernador ha sido valiente y reiterativo en afirmar que el escenario o contexto político ha afectado el desempeño de la economía, lo cual es una señal de que el Banco Central podría ser totalmente una institución independiente (Como la FED en Estados Unidos), hay que admitir que el entorno internacional también ha sido agrio con nuestra región.
Hacer política monetaria en un país con un déficit fiscal permanente, aunque no tan profundo, pero con un alto endeudamiento público, incluyendo la deuda del Banco Central, que supera los US$11,000 millones, es una tarea indeseable para cualquiera. Hay que ser (o convertirse en) mago para sacar cartas bajo la manga para salir victorioso.
Este 2019, caracterizado por entornos interno y externo adversos, con autoridades públicas que se hacen los “desentendidos” respecto a su verdadera responsabilidad con los dominicanos, terminará con más luces que sombras. Lo único positivo será, como siempre, la expansión del PIB, aunque lamentablemente será con inequidad (como siempre).