A pesar de las recientes protestas y la lamentable crisis política y económica por la cual están pasando algunos de nuestros países hermanos en América Latina, es importante destacar la parte positiva de su desarrollo en los últimos 20 años, sus diferentes modelos y los aspectos que han favorecido su auge económico con el fin de explorar aquello que pudiéramos replicar.
En la región latinoamericana han surgido economías emergentes fruto de la fuerte inversión para el desarrollo de políticas y programas focalizados a la innovación y al desarrollo económico, tales como Brasil, México, Chile, Colombia y Costa Rica. Esa fuerte inversión pública junto con la visión de desarrollo, el pragmatismo y la fuerte determinación han favorecido el surgimiento de modelos que hoy son ejemplos dignos a seguir.
Chile es el país de América Latina con mejor gestión en políticas de ciencia, tecnología e innovación (CT+I). Una de las estrategias ha sido la de fortalecer y modernizar la institucionalidad mediante la creación de un organismo que establezca orientaciones consistentes, de mediano y largo plazo, para asegurar la pertinencia y la coordinación de las políticas de ciencia e innovación. Otra estrategia fue de identificar fuentes para financiar la investigación y la innovación, incluyendo el gravamen al sector minero; y de allí nació el Fondo de Innovación para la Competitividad (FIC). Focalizó su esfuerzos en la reforma institucional del sector y en adoptar programas e instrumentos para fortalecer la capacidad de innovación de las empresas provenientes de aquellos sectores que generan mayor productividad de factores e impacto en la economía nacional.
En el caso de Costa Rica, su economía es la que más invierte en educación, comparada con cualquier otro país de la OCDE. El 7.6% del PIB está destinado a educación, mientras que el promedio de los países que pertenecen a OCDE si acaso supera el 5%. Costa Rica se mantiene como un país líder en producción científica en términos per cápita: cuenta con una base de 2.500 investigadores universitarios y produce alrededor de más de 2.000 investigaciones por año, que se traducen en más de 500 publicaciones indexadas por año. La matrícula a nivel de posgrado representa el 4.6% del total de los matriculados en educación superior. Las carreras en ciencias y en ingeniería, incluyendo Ingeniería en Sistemas, Industrial, Electrónica, Eléctrica, Electromecánica y Mecatrónica son las más demandadas. El proceso de adhesión a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) también ha contribuido a esa mejora; este organismo internacional aprobó los avances del país en educación y salud, junto con los sectores de ciencia y tecnología, innovación y políticas laborales.
Brasil, por su parte, ha tenido la política de innovación en su agenda desde fines de los 90, a pesar de que contaba ya con la Secretaría de Ciencia, Tecnología, Innovación y Comunicación desde 1985, que luego se convierte en un Ministerio a principios del siglo XXI. Durante el gobierno de Lula, entre 2003 y el 2010, se estableció la Política Industrial, Tecnológica e de Comercio Exterior (PITCE) priorizando la innovación. Brasil formuló nuevos esquemas de financiación basados en fondos sectoriales, con el objetivo de reconstruir la capacidad de financiamiento para las actividades de ciencia y tecnología. Se estructuraron políticas focalizadas, no solo en sectores, sino también en el desarrollo territorial. Se articularon las políticas de ciencia, tecnología e innovación con las políticas industriales y políticas de desarrollo.
En 2013 se creó la estrategia de innovación con base en tres pilares principales: (1) los incentivos para el desarrollo tecnológico y la innovación en las empresas; (2) los incentivos para la creación de nueva infraestructura tecnológica; y (3) los incentivos para las empresas tecnológicas recién establecidas (start-ups) (Dutrénit, 2013). Desde entonces la política de Brasil en CTI tiene un presupuesto estable y eficaz.
Colombia ha contado con políticas de ciencia, tecnología e innovación desde la década de 1970. Desde entonces ha pasado por una serie de reformas, fortaleciendo su institucionalidad y partiendo de políticas y programas regionales a nacionales, desarrollando pruebas pilotos. Hoy cuenta con un sistema nacional de innovación que se ha robustecido gracias a la cooperación de agencias multilaterales, a la voluntad de la élite política, empresarial y social. Esto ha resultado en el desarrollo de ecosistemas de emprendimiento regionales, hubs de innovación, clusters tecnológicos. Medellín pasó de ser la capital del narco y la de mayor violencia de la región a ser la capital del desarrollo industrial y el modelo regional para la innovación tecnológica. Su actual presidente, Iván Duque Márquez, es el autor de la economía naranja y ha asumido la agenda de innovación como prioridad nacional. El país es uno de los mayores generadores de conocimiento de la región.
En América Latina se ha invertido en el 2018 alrededor de dos billones de dólares (USD2B) en capital riesgo para financiar emprendimientos de base tecnológica que están conquistando el continente y tocando las puertas de EEUU. La inversión se ha concentrado principalmente en Brasil y México, siguiendo por Chile y Colombia, pues sus marcos regulatorios han sido favorable a la inversión financiera de este tipo. Los ecosistemas de emprendimiento en latino america han sido robustecido. Startup Chile ha sido un modelo global ejemplar copiados por muchos países del mundo. Brasil es conocido como el Silicon Valley de América Latina pues es la mayor generadora de unicornios o emprendimientos tecnológicos valorados en billones de dólares.
El mayor aprendizaje de todo estos modelos es el de desarrollar un marco regulatorio favorable a la innovación empresarial y a la creación de emprendimiento tecnológicos que permita a las empresas dominicanas conquistar los mercados internacionales, fortalecer nuestras instituciones para lograr coordinar y ejecutar las políticas y programas eficientizando el gasto, mejorar la calidad educativa en nuestro país para generar capital humano altamente calificado en las áreas de las ciencias y la ingeniería, comprometernos con una gran inversión y definir una fuente ya sea del sector minero, de turismo o de aquellos sectores relevantes para la captación de recursos humanos altamente calificados, la adopción de nuevas tecnologías y transformación digital, y la financiación de los procesos de transformación a través de la investigación, el desarrollo y la innovación. Si no nos podemos de acuerdo y no nos encaminamos hacia un pacto nacional para la transformación económica de nuestro país mediante la colaboración entre los diferentes sectores para dar los pasos firmes necesarios, será difícil que logremos dar el gran salto.