Este pasado 8 de octubre el Foro Económico Mundial puso a circular el Reporte Global de Competitividad, en donde se muestran los avances que han tenido los países en cuanto a un conjunto de pilares que incluyen el marco institucional, estado de la infraestructura, estabilidad macroeconómica, situación de la salud y la educación, mercado de trabajo, mercado financiero, dinamismo empresarial, capacidad de innovar, entre otros.
Este reporte, el cual contiene también el Índice de Competitividad, se realiza a partir de una encuesta de percepción que se realiza a un grupo de ejecutivos de empresas de los diferentes países. Los países aquí medidos representan en conjunto el 99% del producto interno bruto mundial y el 94% de la población.
Según los resultados de este reporte, Singapur es el país con mejor posición en el ranking de competitividad global, seguido de Estados Unidos (Lugar 2), Hong Kong (Lugar 3), Alemania (Lugar 7), quienes son considerados, juntos a otros seis, los líderes globales. A nivel de América Latina, la posición cimera la ocupa Chile (Puesto 33), seguido de México (48), Uruguay (54) y Colombia (57).
De su lado, República Dominicana ocupa actualmente el lugar 78, mejorando en cuatro puntos su posición con relación al reporte del 2017-2018, cuando se había alcanzado el puesto 82, y en 14 puntos a partir del informe global de competitividad 2016-2017, cuando ocupó la posición 92.
En este reporte global de competitividad, se evidencia que el país ha mejorado en la mayoría de los pilares que son medidos y analizados, sin embargo, no me queda claro que estos resultados hayan sido producto de una intencionalidad, de una meta específica ni de un objetivo en particular vinculado a este tema de la competitividad.
Esto no implica que se deje de reconocer el papel del Consejo Nacional de Competitividad (CNC), pero lo cierto es que no parece existir un marco de políticas, medidas y acciones de las entidades del Gobierno, que permita afirmar que se está actuando en conjunto para lograr los objetivos relacionados con la competitividad.
Por otro lado, se le critica a este ranking global de competitividad, que parte de la información utilizada para su diseño, proviene de percepciones empresariales, muchas de estas dadas por mandos medios o empleados no por los propietarios o ejecutivos de las empresas, razón por la cual se entiende que las respuestas, en un alto porcentaje, no necesariamente reflejan la realidad de un país.
Otro elemento de crítica a este tipo de informes, es que los datos económicos y sociales que se recogen provienen casi siempre de organismos nacionales los cuales, en algunos casos, no son tan veraces en cuanto al ambiente real que se puede estar viviendo en un momento determinado.
Un ejemplo palpable de lo anterior es que el ranking coloca a Chile en la posición número uno en Latinoamérica, pero sucede que ese país venia incubando una crisis que ahora se ha revelado, forzando al gobierno de esa nación a llevar a cabo reformas que por años habían sido demandadas por la población. No sé si pudiera estar ocurriendo lo mismo en República Dominicana.