Los aires navideños se empiezan a respirar en Santo Domingo. Los ciudadanos, ahogados por el bombardeo mediático con cada uno de los capítulos de serie “Crisis postprimarias” que dividió al oficialista Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y que forma parte de un proceso electoral en el que los contribuyentes cargaremos con miles de millones de pesos, tendremos ahora el respiro festivo que anuncian los tradicionales charamicos que se venden en la Winston Churchill.
Los charamicos son un aliento espiritual a una ciudadanía agotada y vapuleada por una clase política que no para de pelearse por en su afán de poder y por un Estado que se financia con préstamos y más préstamos.
También, para peatones obligados a desplazarse por aceras llenas de obstáculos o para empleados, públicos y privados, mal pagados que deben apoyarse en el transporte público y que tienen dificultades todos los días para encontrar espacio en el carro de concho que los acerca a su centro de trabajo.
Amén de que el Ayuntamiento del Distrito debe mejorar la relación de los vendedores de charamicos con las aceras y de que los ministerios de Turismo y Cultura pudieran aprovechar la existencia de estos artesanos para potenciar su valor cultural y turístico de cara a los dominicanos y a los visitantes extranjeros, su presencia en la ciudad anuncia un poco de calma al espíritu de una sociedad altamente politizada.
De modo que, bienvenidos sean los charamicos. Porque la hora impone, al PLD y todo el país, el verso de una canción de Silvio Rodríguez: “Va a hacer falta un buen otoño/ tras un verano tan largo…”.