Durante la campaña electoral del año 2016, el entonces candidato presidencial republicano Donald Trump, prometió que haría a los Estados Unidos grande de nuevo, donde su economía iba a crecer por encima del umbral del 3% anual, e incluso hasta el 4% anual. La fórmula para lograr ese crecimiento era un recorte impositivo masivo que iba a estimular la economía.
En diciembre de 2017, el presidente Trump firmó el proyecto de ley conocido como Recorte Impositivo y Acta de Empleos (TCJA, por sus siglas en inglés). Con este recorte impositivo los republicanos y Trump estaban volando por las nubes, por su primera gran victoria legislativa y también apostaron a un boom económico en el próximo año.
La entrada en efecto de la reforma tributaria del presidente Trump, se hizo sentir durante el primer trimestre del año 2018, cuando el producto interno bruto (PIB) real creció a una tasa anualizada de un 3.5%. Inmediatamente se alzaron en júbilo las voces que enarbolan la bandera de la economía de la oferta, de que esa era la ruta para seguir con un crecimiento económico sostenido en torno al 3% anual. Sin embargo, el éxtasis generado por esta reforma tributaria se ha ido desvaneciendo con el tiempo. De acuerdo a cifras ofrecidas por el Buró de Análisis Económico (BEA, por sus siglas en inglés), la economía estadounidense creció un 2.9% en el segundo trimestre de 2018, y un 1.1% en el último trimestre del año pasado. El crecimiento promedio de la economía estadounidense desde la entrada en vigencia de la reforma tributaria en enero de 2018 ha sido de un 2.5% anual, casi la misma tasa de crecimiento experimentada por la economía estadounidense en los seis trimestres previos a la entrada en vigencia de esta ley, que fue de 2.6%.
La pregunta del millón de dólares es la siguiente: ¿por qué la reforma tributaria no generó el crecimiento esperado? Los republicanos han abogado por una simplificación del código tributario y en un recorte de impuestos a los ricos, que a su entender van a generar más empleos, un aumento de los ingresos tributarios y mayor crecimiento económico. Esta tesis económica republicana se basa en el Laffer curve o curva Laffer. Esta curva, que ha jugado un rol central en la política económica de los republicanos por más de cuatro décadas, fue estipulada por el profesor de economía de la Universidad de Chicago Arthur Laffer. La leyenda de esta singular curva surge de la siguiente manera. Una noche en 1974 el señor Laffer tuvo una cena en un hotel lujoso de la ciudad de Washington con Dick Cheney, Donald Rumsfeld y el editor del diario Wall Street Journal, Jude Wanniski. En dicha cena, estaban discutiendo el plan de reforma fiscal del entonces presidente Gerald Ford, de repente el profesor Laffer tomó una servilleta y dibujó la curva siguiente:
La línea horizontal representa el nivel de tasas impositivas, y la línea vertical representa la cantidad de ingresos tributarios que el Gobierno recaudaría de los contribuyentes. En el margen inferior izquierdo vemos que la tasa impositiva es 0%; en este caso el gobierno no obtendría ingresos tributarios. Por otra parte, vemos que, en la parte inferior derecha, la tasa impositiva es de 100%; es decir que cualquier ingreso que reciba el contribuyente, ya sea por concepto de salario o ganancia de capital irá directo a las arcas del Estado.
Por otra parte, en el rango intermedio de la curva, donde el Gobierno grava un estimado entre 0% de los ingresos y el 100% de los ingresos. En otras palabras, en el mundo real, el Gobierno central no recibe una cantidad de ingresos tan elevada. Esto quiere decir, que la curva que muestra la correlación positiva entre la tasa impositiva y los ingresos tributarios del Gobierno no puede ser una línea recta, porque los ingresos tributarios para ser maximizados deberían ser a ambos extremos, pero vemos que, en ambos extremos el Gobierno no recibiría ningún tipo de ingresos tributarios. Con esta explicación matemática nos damos cuenta de que disminuir los impuestos no es sinónimo de un aumento de las recaudaciones por parte del Gobierno. Muchos de mis amables lectores se preguntarán: ¿Por qué este axioma del Laffer Curve tuvo tanta acogida entre los hacedores de políticas públicas en Washington? La respuesta simple a esta interrogante la suministró el mismo Wanniski cuando dijo, que era algo fácil de explicar a un político en seis minutos y podría pasar seis meses hablando del tema. Esa es la realidad, esta tesis del profesor Laffer es música para los oídos de los políticos conservadores y los intereses que representan, y es la razón por la que han enarbolado la bandera de los recortes impositivos a diestra y siniestra.
Otros de los argumentos que esgrimen aquellos que abogan por un recorte masivo de impuestos es que esto les daría un incentivo a las empresas para invertir. Esa inversión sería a través de la inversión en equipos, investigación y desarrollo, softwares e infraestructura física que son esenciales para apuntalar los niveles de productividad. En particular, los Estados Unidos necesita un crecimiento mucho más rápido de la productividad en estos momentos, ya que el otro ingrediente para obtener un mayor crecimiento del PIB, el crecimiento de la fuerza laboral es escaso en estos momentos.
Como podemos ver, la reforma tributaria no tuvo impacto duradero en la inversión privada. De acuerdo con el Buró de Análisis Económico (BEA, por sus siglas en inglés). En los seis trimestres desde que se aprobó el recorte de impuestos, la inversión fija no residencial ha aumentado a una tasa anual de un 4.4% en comparación con un ritmo de un 4.7% en los seis trimestres anteriores al recorte de impuestos. Las corporaciones devolvieron la mayor parte de sus ganancias inesperadas a sus accionistas, en lugar de invertirlas. Datos de la Oficina del Censo muestran que la reducción de impuestos tuvo otra consecuencia predecible: los ricos se hicieron más ricos.
Históricamente, la propensión marginal al consumo de las personas más adineradas en los Estados Unidos es de 0.2, es decir que de cada dólar que genera este grupo, solo gastan 20 centavos de dólar. Y es que las personas con ingresos altos no tienden a gastar dinero sino a invertirlo en sus compañías y en activos financieros. Por lo tanto, un recorte impositivo a este grupo no se traducirá en mayor consumo y, por ende, en un crecimiento robusto de la economía estadounidense, donde el gasto de los consumidores representa el 69% del PIB. En cambio, la propensión marginal al consumo de la clase media es de 0.7, es decir que de cada dólar que genera este segmento de la población, gastan 70 centavos. Es por ello, que a la hora de realizar una reforma tributaria se debe pensar en realizar recortes a la clase media, porque son el motor de la economía estadounidense, no los ricos.
Muchos analistas han querido atribuir a la guerra comercial entre los Estados Unidos y China, los recientes síntomas de ralentización de la economía estadounidense. La realidad es que esta no es la causa principal, las exportaciones netas (exportaciones menos importaciones), representan un 4% del PIB, por ende, no tendría un efecto tan devastador en la inversión privada. La caída de los precios del crudo tiene un efecto más devastador en la economía estadounidense, en especial en la inversión privada de lo que muchos se pueden imaginar. De acuerdo con el economista Alexander Arnon, de la Universidad de Pennsylvania, el aumento en el precio del petróleo de alrededor de US$50 por barril a fines de 2017 a US$70 a fines de 2018, explica todo el crecimiento de la inversión empresarial en 2018, al igual que la caída de los precios del petróleo de más de US$100 en 2014 a cerca de US$30 en 2016 explica mucho de la disminución del gasto de capital en esos años.