Las empresas dominicanas, en materia impositiva y de tasas, cargan pesado. Resulta hasta cierto punto oneroso y arriesgado hacer negocios en nuestro país desde el punto de vista de la carga tributaria. Podría estar equivocado, lo admito, pero es lo que percibo.
Lo primero es que nuestro sistema impositivo resulta complicado de administrar. Lo es para las autoridades tributarias, que no tienen posibilidad material ni logística para fiscalizar, y para las empresas, principalmente las pequeñas y medianas, ya que es necesario tener todo un departamento de especialistas que encarece los costos.
Vayámonos por el lado operativo, es decir, lo que implica producir un bien. Sin importar el ramo a que se dedique, ya sea a producir y procesar leche, hacer una funda de cemento, un pan, sembrar en el campo o simplemente abrir un negocio de restaurante resulta toda una proeza.
A pesar de todos los impuestos, una empresa debe asegurarse un suministro de energía alterno, un sistema de seguridad que por lo general lleva alarma, cerca metálica, barrotes, perros y vigilancia personal. Todo esto, como se ve, implica costos.
Transportar una mercancía, independientemente de la distancia, también es otro rollo. Si tienes un camión para hacerlo por tu propia cuenta podrías encontrarte a uno de los sindicatos que reclama participación.
Por el lado de la carga laboral también es otro gran reto hacer negocios. Obviando el 25% de impuesto sobre la renta (ISR) que se descuenta del salario, es decir, que no lo paga la empresa, pero la carga por la seguridad social es inmensa. A todo esto es necesario sumarle una serie de imprevistos, como es la inseguridad, pero también el que los pagos no suceden a 30 días, sino a 60, 90 y hasta 120 días. Una Mipyme no resiste esto.