Ruedan los comentarios de boca en boca. En Samaná todos están preocupados por la desaparición de El Salto El Limón, una cascada que, además de ser un regalo de la naturaleza, contribuía al sustento de decenas de familias que aprovechan el movimiento turístico.
Podríamos decir que los principales responsables de que una fuente de agua natural desaparezca son los residentes en las comunidades de su entorno que depredan sin control hasta llegar a un punto irreversible. Pero aquí, también son responsables las autoridades que, pese a procurar la elaboración, discusión, aprobación y promulgación de una ley, incumplen su deber de mantenerse vigilantes y aplicar sanciones.
El Salto El Limón está declarado como “monumento natural” en la Ley Sectorial de Áreas Protegidas (202-04, del 30 de julio 2004). Todas las actividades agrícolas y humanas (incluyendo el turismo) deberían estar estrictamente reguladas en su polígono aproximado de 16 kilómetros cuadrados. ¡Pero, vaya usted a ver lo que sucede!
Así, como el Salto El Limón, vimos mermar en Constanza el caudal del Salto de Aguas Blancas, que se nutre de Valle Nuevo. Afortunadamente las intervenciones que impulsó Medio Ambiente durante la gestión de Francisco Domínguez Brito empezaron a recuperar una parte de sus aguas, pero todavía falta mucho por hacer en la zona.
Ahora El Salto El Limón envió una señal que la Asociación Dominicana de Prensa Turística (Adompretur) interpretó. Ahora falta que las autoridades y los hoteleros la interpreten y asuman el compromiso de proteger nuestros recursos naturales.