Desde que el economista austriaco Joseph Schumpeter creó el concepto de Entrepeneur, el cual estaba basado en lo que este denominaba como destrucción creativa, miles de almas humanas alrededor del mundo lo acuñaron como la capacidad de un individuo de emprender, de generar nuevos productos y procesos en una industria y de transformar y descubrir modelos de negocios. Con la aparición y difusión de la tecnología, la destrucción creativa alcanza otro nivel, pues parece no haber límites en términos de crear, identificar nuevas formas de hacer las cosas, penetrar hasta lo más profundo en la mente de los consumidores, buscar en sus bolsillos hasta el último centavo, y promover una sensación de modernidad y globalidad a partir del efecto demostración.
Más aun, los profundos avances tecnológicos, unidos a unas redes sociales que unifican al mundo, para bien o para mal, están acelerando la destrucción creativa, dejando la sensación de que nada quedará intacto bajo el sol, que no habrán reglas para los mercados, que ahora es que se inician los verdaderos cambios en el mundo y que debemos prepararnos para la irrupción de un nuevo individuo, emprendedor, tecnológico, intenso, ambicioso y sin límites.
En este escenario, quedan atrás los Estados, sobre todo si no se modernizan y aplican para si la disrupción creativa, en tanto que los gobiernos se hacen vulnerables, particularmente si no tienen bien claro lo que significa la institucionalidad como valor democrático, de orden y progreso, y también las buenas leyes –caso Venezuela-. Frente a este nuevo orden mundial disruptivo, los políticos pierden espacios de maniobra –ejemplo, Puerto Rico-, y no pueden actuar a sus anchas, ya sea a ocultas o frente a las cámaras.
El orden disruptivo para crear se convierte, entonces, en un estilo de vida que todos quieren imitar, aunque estén limitados por recursos, ubicación geográfica y/o edades. Dentro de todo, lo más importante es el descubrimiento de que se puede ser exitoso saliendo de la nada: un baile, una voz, un migrante, una actitud o un arte pueden ser elementos que inicien la disrupción hacia el éxito, fundamentalmente expresado en valor monetario.
Así, el nuevo orden mundial ya no son más relaciones comerciales, comercio mundial, dependencia económica, geopolítica a la antigua; son esos miles de millones de jóvenes vanguardistas que no conocen fronteras, pero que tampoco les importa. Han hecho de la disrupción un efectivo mecanismo de supervivencia cuya permanencia en el tiempo no se puede medir, sobre todo si no se tiene mentalidad de emprendedor. Así que, agarre su mochila y preséntese al mundo, que el éxito le puede estar acechando.