Lo admito: me choca. Sí, me choca ver tanta gente haciendo filas en las principales instituciones de intermediación financiera a pesar de la transformación digital que tanto se pregona en la banca dominicana. Algo no ha servido en todo este proceso.
A juzgar por los resultados sólo ha habido preocupación por cambiar los sistemas o softwares, ayudando con ello a procesos más seguros, pero no a cambiar lo más importante: el chip en la gente, en los usuarios de los servicios financieros. Y sé que no es fácil cambiar hábitos, cultura, costumbre y hasta lo que piensa la gente de la tecnología.
Es más, hasta me atrevería a decir que hay un problema que viene de más allá. Posiblemente sea necesario achacar las largas filas que aún se hacen los bancos, principalmente en los tres o cuatro principales, a que hay un déficit de educación que impide la asunción de los cambios que suceden en la banca desde el punto de vista tecnológico.
Y no es que las instituciones se hayan quedado de brazos cruzados o hayan hecho estas inversiones en secreto. No, en su mayoría han implementado campañas de concienciación respecto a las ventajas que tiene para los usuarios hacer uso de los canales digitales. Pero la verdad hay que decirla: aún falta un largo trecho por recorrer en materia de cambiar la cultura de los clientes de la banca dominicana.
Por supuesto, esto es un arma de doble filo. ¿Por qué? En la medida que menos gente asista a las sucursales ya no serán necesarios los empleos ni abrir nuevas oficinas.
Sin embargo, queda demostrado que cambiar una plataforma tecnológica de un banco no necesariamente significa que los clientes irán todos a asumir eso como tal. La cultura de la gente es una variable a tomar en cuenta.
¿Cuándo se sabrá en nuestro país que el dinero como soporte físico no será necesario?