El sector empresarial ha valorado como positiva la posición del presidente Danilo Medina al anunciar que no correrá por un nuevo período a la Presidencia de la República. Manifiestan los empresarios, además, que esta decisión devolverá la tranquilidad a la economía dominicana y reducirá la incertidumbre que venían mostrando los mercados e incidirá, probablemente, en una recuperación de la inversión privada. Todo esto, obviamente, podría revertir la ralentización que venía mostrando el producto interno bruto del país durante lo que va de año.
Sin embargo, resulta una pena que hayamos hecho pasar a la economía dominicana por ese tránsito de estancamiento que ahora queremos recoger. Por ello, el optimismo de la marcha de una economía no puede estar a merced de las decisiones partidarias, ni de los caprichos políticos, ni de las decisiones de determinados sectores, ya sean mayoritarios o minoritarios. Los fundamentos de un modelo económico deben estar por encima de las apetencias presidenciales, venga de donde venga, y tampoco puede responder a tiempos electorales, sino a objetivos y resultados de alcance nacional y de largo plazo.
Debemos dejar de ser un pueblo sin rumbo, cuyas aspiraciones colectivas dependen del imaginario individual o grupal, siempre apostando a que: “en el futuro cercano resolveremos los apagones”, “en poco tiempo no habrá más pobres”, “en un futuro no tendremos analfabetos”, y ese futuro se repite en cada campaña electoral y por todos los actores, como si vinieran de otro planeta. Es hora de decir basta ya a la improvisación gubernamental, al determinismo de unos pocos, a la crisis inventada desde aposentos bien decorados, con efecto multiplicador en el mundo mediático alquilado.
Somos alrededor de 11 millones de almas que no debieran ser parte de una manada sin destino, viviendo en un País de las Maravillas que solo habita en determinadas élites partidarias que se han erigido como nuevos ricos. De hecho, la historia reciente de América Latina está demostrando que ya no son tiempos de los que nos gobiernan, sino de los gobernados; ya podemos salir a las calles, si nos lo proponemos, a exigir cambios sin tener que esperar a unas nuevas elecciones.
Por eso, debemos darnos la oportunidad de revertir este estado de cosas, y que no haya que dar un discurso para informar que “no se violará la Constitución de la República”, con aplausos incluidos. Y esta reflexión no tiene condicionamientos ni pretensiones ilusas, nace de la observación sobre el comportamiento de un pueblo aparentemente envilecido, borracho de pan y circo. Despierta Clase Media.