Durante la década del 70 se solía utilizar el concepto de país autárquico para referirse a la autosuficiencia alimentaria que, en materia de producción de bienes agropecuarios, se suponía que tenía la nación dominicana.
Sin embargo, esta autarquía reflejaba también el carácter de cerrada de la economía dominicana, alejada de los mercados y con reducido interés en los intercambios comerciales globales. Esta condición, además, implicaba la existencia de una brecha en términos de adquisición y producción de conocimientos, así como en lo relativo a conocer nuevos métodos de producción e innovación.
Pero lo que aplicaba para la economía también podía ser asumido por la política; esto es, un país débil institucionalmente hablando, con un sistema político autárquico, es decir, poco desarrollado y con escasos vínculos con el mundo exterior, más allá de lo que habían logrado algunos de nuestros grandes líderes casi de manera personal.
Pero el mundo cambió y que bueno. Hoy en día el aislamiento comercial es prácticamente imposible, cuando no una locura. Los mercados internacionales son dinámicos y cambiantes, en donde cualquier decisión que tome una determinada nación, por ejemplo China o los Estados Unidos, tendrá repercusiones importantes en el desempeño de la economía dominicana.
La dependencia del país de los derivados del petróleo, nuestra participación activa en los mercados financieros internacionales mediante la colocación de bonos, la condición de destino turístico preferido en el Caribe, la producción y exportación de bienes y servicios al exterior, hacen pensar como improbable un proceder no acorde con las características que adornan las relaciones económicas internacionales actuales.
Más aun, la existencia de intereses económicos que habitan en República Dominicana en forma de inversión extranjera directa, lleva a la conclusión de que somos hace tiempo una economía abierta, con fuertes lazos y ataduras en diferentes direcciones y magnitudes, por lo que no podemos darnos el lujo de actuar de espaldas al desempeño económico y político mundial.
Todo lo anterior viene a cuento a raíz de la definición de “injerencia” que se le otorgó a una llamada telefónica que le hiciera el Secretario de Estado de EE.UU. al Presidente dominicano, en donde el primero le recordaba la necesidad de que se “preserven las instituciones democráticas y la adhesión al Estado de Derecho y la Constitución”.
Conviene decir, que el intercambio comercial del país con Norteamérica es de alrededor de 13,000 millones de dólares al 2018, monto suficiente como para que haya preocupación sobre la estabilidad política y económica del país. Reitero, el mundo cambió.