Comúnmente, tiene lugar una grosera confusión sobre cuáles agentes de la economía son los que agregan el mayor valor y se convierten en elementos clave del desarrollo. La confusión, por lo menos en República Dominicana, parte del activismo estatal que se registra a todo lo largo y ancho del país, lo cual se sobre dimensionó en los últimos años con la asignación del 4% del PIB a la educación, y su consecuente efecto multiplicador en los negocios pequeños, medianos y grandes que suplen los insumos y bienes y servicios demandados por las entidades, públicas y privadas, beneficiarias de estos recursos.
Otro elemento que convierte al gobierno del Estado dominicano en omnipresente en la economía, es su afán por ser un empleador empedernido, aún a pesar del inmanejable déficit fiscal que esto, en cierta forma, genera, y también por el activismo político que hay en cada acción o actividad de factura gubernamental.
Más de 650,000 empleados, mal contados, componen la nómina del Gobierno, los que se convierten en potenciales demandantes de un mercado que, aparentemente, vende todo lo que pone a disposición de los consumidores. De su lado, estos consumidores son actores dinámicos que representan una demanda creciente, y sobre cuyas mentes se tejen e implementan las más diversas y creativas campañas publicitarias para inducir a la compra.
Lo lamentable es, sin embargo, que los consumidores están limitados por los ingresos que obtienen, mayormente en forma de salarios, cuyos niveles aun no superan los del 1990 en términos reales. Esta realidad afecta a un elevado porcentaje de los empleados que reciben ingresos mensuales en el sector formal, aunque también a los que generan ingresos en la informalidad. Pero la gente se la busca, se incorpora al sector informal y logra suplir necesidades económicas sin tener que declarar al fisco, ni tener responsabilidad con empleados que se constituyen en potenciales problemas judiciales.
De todos, el que parece acumular la mayor cantidad de puntos para ser catalogado como propulsor indiscutible de la economía es el sector privado, las empresas, independientemente de su tamaño y/o actividad productiva. Son los empresarios los que invierten, los que se arriesgan, los que identifican las oportunidades de negocios, analizan los mercados, contratan trabajadores, adquieren insumos y materias primas y producen los bienes y servicios que el resto de los agentes económicos consume. Adicionalmente, las empresas pagan la mayoría de los impuestos, lo que le da un rol protagónico en el sostenimiento de la economía decidiendo, en muchos casos, el rumbo de esta.
Lo que no nos queda claro, sin embargo, es si el sector privado está consciente de su papel en el desempeño de la economía y la sociedad. Y cuando hablamos de conciencia la referencia es a su participación poco activa en la determinación y decisiones que tienen que ver con la trayectoria del país. Por ejemplo, los aprestos para modificar la Constitución, lo que no solo afecta a los ciudadanos en términos generales, sino también a las decisiones de inversión. Piénsenlo.