El concepto de finanzas sostenibles se refiere a todo lo relativo al medio ambiente y la sociedad, sobre todo en la toma de decisiones de inversión a largo plazo. En los últimos 20 años, la concientización por el bienestar del medio ambiente ha aumentado de forma marcada, principalmente desde que las naciones de primer mundo comenzaron a percatarse de los daños medioambientales que generaba el modelo de desarrollo industrial.
El sector de servicios financieros, por su parte, no se puede mantener al margen de estas tendencias ya que los impactos negativos del cambio climático o desastres naturales afectan el perfil de riesgo y la rentabilidad de los proyectos, así como la capacidad de las compañías para hacerle frente a sus compromisos de pago.
El vínculo que existe entre las entidades financieras y el medio ambiente es principalmente indirecto, sobre todo centrándose en los impactos que pudieran tener los proyectos a los que se les otorgan financiación. No obstante, también, existe un efecto directo en cuanto a la posibilidad de que el banco adquiera un activo contaminado.
Podríamos pensar que un banco en Estados Unidos o en cualquier parte del planeta no tendría relación con alguna catástrofe natural que ocurra en otra localización totalmente diferente. Sin embargo, se han dado casos en concreto que muestran cómo un desastre ambiental puede afectar a una entidad financiera. Siguiendo el ejemplo anterior, si la EIF norteamericana le otorga un préstamo a una multinacional dentro del sector agroindustrial, una sequía importante podría estropearle el negocio y la compañía no podría cumplir con sus obligaciones de pago. En fin, otros sectores, como el asegurador y construcción también podrían verse afectados (propiedades cerca del mar).