La independencia de los bancos centrales a nivel internacional se está viendo amenazada por una confluencia de populismo, nacionalismo, y otros factores macroeconómicos.
Hace aproximadamente cuatro décadas, la intervención política en los bancos centrales era algo normal, de manera de manipular los tipos de interés a su favor. Grosso modo, la última generación se ha acostumbrado a un control positivo de la inflación y tipos de interés, llevado a cabo por bancos centrales independientes, lo que ha facilitado la elaboración más efectiva de presupuestos públicos y privados.
El problema de la politización de los bancos centrales a nivel mundial se agudizó en los años setenta, tras el colapso de los acuerdos de Bretton Woods, por primera vez después de la Segunda Guerra Mundial, lo que resultó en una subida generalizada de la inflación, propulsado por el mal manejo de la economía de algunos gobiernos a nivel global.
Tras dos décadas de subidas marcadas de precios y diversas crisis, se les otorgó autonomía absoluta a los bancos centrales, de forma que puedan establecer objetivos medibles de inflación.
Recientemente, hemos visto mayor interferencia de mandatarios como Donald Trump, Tayyip Erdogan, y cambios cuestionables en el Banco de Reserva de la India, entre otros. Mientras más visibilidad e importancia tengan los bancos centrales mundiales, las probabilidades de intervención política en los mismos, posiblemente incrementará.
Al margen de quien tenga razón en cuanto a decisiones económicas, es importante que los bancos centrales sigan operando de forma independiente para evitar conflictos de interés. En República Dominicana, el Banco Central fue creado en 1947, de conformidad con la Ley Orgánica No.1529 como entidad descentralizada, y hemos visto un crecimiento económico constante en la última década.