La función fundamental de las entidades de intermediación financiera (EIF) es captar recursos del público (cartera de ahorros) y colocarlos en el mercado o entre demandantes de créditos. Todo lo demás viene por añadidura.
Cuando un depositando lleva su dinero a un banco o entidad mutualista lo hace por dos razones fundamentales: confianza en la institución y perspectiva de obtener algún rendimiento que le garantice la posibilidad de hacer una inversión futura. Una vez la EIF recibe esos recursos asume el compromiso de garantizar un rendimiento al depositante (tasa pasiva) y disponibilidad inmediata en caso de retiro de esos fondos.
Entonces, ¿qué hace la banca con el dinero que posiblemente no logra colocar en préstamos? Aquí entran las operaciones de tesorería, que son aquellas que buscan garantizar que ese dinero ocioso genere intereses, que a su vez sirvan para cubrir el rendimiento de la cartera de depósitos.
Las inversiones en títulos valores, por ejemplo, es una opción de tesorería a la que la banca acude. ¿Hay algo de negativo en esto? No y sí.
¿Por qué no? Porque los bancos están obligados a garantizar un rendimiento a esos depósitos, pues son pasivos que generan una carga negativa en el patrimonio. Una entidad financiera debe estar preparada, además, para devolver los depósitos en el momento que son requeridos.
¿Por qué sí podría ser negativo? Aunque los bancos llamen “activos productivos” a las inversiones en títulos que hacen el mercado, en este caso en instrumentos del Banco Central, en esencia ese dinero de los ahorrantes lo que está es siendo utilizado para apoyar la política monetaria, que es correcto en términos teóricos, pero en la práctica no genera valor agregado en la economía, como podría ser el financiamiento de la vivienda.