Así como República Dominicana se vende en el mercado internacional como un país con características muy particulares, especialmente relacionadas con su potencial turístico; gente agradable, clima tropical, playas de arenas blancas; merengue y bachata, entre otros atractivos naturales, históricos y culturales, también sería pertinente explotar el potencial intrínseco de nuestras provincias y de su gente.
La provincia Espaillat, con su municipio cabecera, Moca, es una ejemplo de esta propuesta. Los mocanos han sabido explotar el mofongo como una apuesta culinaria y cultural enraizada en su gente, que también acompañan con su capacidad productiva, pues poseen algunas de las tierras más fértiles del país. En su historia está, además, epopeyas que le otorgan el bien merecido calificativo de pueblo valiente.
Sin embargo, si se analizan las particularidades de cada provincia, de cada pueblo, muy probablemente habrá más de un atractivo que destacar en cada uno. Los dominicanos se han encargado, por sí solos, de promocionar las bondades turísticas de sus demarcaciones.
La provincia San Juan, con su chenchén y chacá, que también lo comparten otras demarcaciones de la región Sur, puede mostrar una gastronomía emblemática. Aunque no es un plato exclusivamente de esta parte del país, lo importante aquí es destacar que es una herencia culinaria de los antepasados africanos, que hoy forma parte de la cotidianidad de todo un pueblo.
El pastel en hojas, en sus diferentes tipos, tiene más de una provincia disputándose el liderazgo, lo cual resulta también en un atractivo especial. San Pedro de Macorís, San Cristóbal y Santo Domingo están entre las que se adjudican este plato.
En términos culturales y agropecuarios hay líderes importantes que destacar. Las provincias La Vega, Sánchez Ramírez, Duarte y María Trinidad Sánchez son arroceras, pero al mismo tiempo son ganaderas y poseen, junto con Santiago, los carnavales más pintorescos del país.
Monte Plata, Barahona, Pedernales, Puerto Plata, La Altagracia, La Romana, Monseñor Nouel y Elías Piña pueden enarbolar particularidades con su cocina, en sus ofertas y atractivos turísticos, así como en su cultura. Lo mismo sucede con El Seibo, Hato Mayor, Montecristi, Dajabón, Independencia, Hermanas Mirabal, Samaná, Azua, Peravia, Santiago Rodríguez y Bahoruco, pues en todas hay elementos propios de la expresión de su gente que las hacen provincias vendibles desde el punto de vista turístico y cultural.
Ha habido muy buenas propuestas presididas por grupos empresariales y entidades el Estado, pero sin seguimiento y “cacareo constante” no se logra construir la marca.