Los Estados tienen la responsabilidad de crear las instituciones que regularan la vida en democracia, no importa quienes estén en su dirección. Tanto los hombres como las instituciones de todas las índoles necesitan de quienes la regulen y la supervisen. Hasta las iglesias necesitan de controles, para que no violen las leyes ni las reglas en perjuicios de la ciudadanía. Y esto no importa lo bueno que seamos, porque incluso ni a propósito, ni con intenciones de violar, algunos se separan de las reglas establecidas.
Don Juan Bosch nos decía y así lo escribió, que nosotros aun estábamos en la era de la acumulación originaria de capital, procesos que hace muchos años ya pasaron las naciones civilizadas y desarrolladas. Aquí todavía tenemos empresarios y políticos, etc., que violan toda suerte de leyes y reglas para enriquecerse y nuestras autoridades no tienen forma y voluntad de ejercer sus deberes para sancionar a los delincuentes y mafiosos que se aprovechan de las debilidades del sistema para delinquir.
Traigo estos conceptos a colación, porque en nuestro mercado carecemos de buena regulación y peor supervisor, cuando tenemos que somos un negocio muy complejo donde la confianza y garantía es la base fundamental de máxima buena fe, donde no existe suficiente voluntad para someter sanciones a los que cometen violaciones a las reglas del mercado asegurador, donde aún tenemos varios años esperando que nuestra Superintendencia se digne a la liquidación total y definitiva de varias aseguradoras que incumplieron con estos preceptos.
Lo peor que aún tenemos es, que producto de estas debilidades, incapacidades y falta de voluntad de nuestros reguladores y supervisores, algunas aseguradoras ofrecen servicios con las condiciones de garantías y solvencias requeridas por la propia ley. Que instituciones del propio Estado usan aseguradoras sin exigir la calidad requerida y sin hacer las licitaciones exigidas por la Ley de Compra y Contrataciones. El caso más grave son las fianzas, en vista de que nunca hemos tenido información de que estas instituciones ejecuten una fianza por incumplimiento.
De ocurrir una situación como la que sufrió Puerto Rico en septiembre de 2017, cuando Irma y María azotaron la isla, con más de 237 mil reclamaciones, superando por mucho la capacidad de las aseguradoras y todos los relacionados, tendríamos demasiado dificultades que resultarían en millones de pérdidas para nuestros clientes, sin que encuentren organización en el Estado, Gobierno ni Superintendencia que puedan complacer. Y esta situación no es una eventualidad que podamos ver muy remota, ya que además de que los huracanes, ciclones y tormenta son tan frecuentes cada año, también contamos con la certidumbre de los terremotos.
Quien podrá dirimir las diferencias entre los Asegurados y los Aseguradores, entre los Aseguradores y los Reaseguradores, si ni siquiera hoy la Superintendencia sabe los niveles y calidad de los Reaseguradores, ni si las Aseguradoras estamos contratando los limites adecuados, ni si tenemos el personal suficiente y preparado para enfrentar una ola de pérdidas masivas. Solo debemos ver la situación que enfrentan las aseguradoras en Puerto Rico y sobre todo las circunstancias que hoy enfrenta la Integrand Assurance Company, con los Reaseguradores, lo que en definitiva afectara a sus Asegurados. Es por ello que sugiero a los Asegurados y Corredores, que revisen bien sus colocaciones para que no despierten movido y mojado de miedo un día cualquiera.