[dropcap]A[/dropcap]l gobierno que preside Danilo Medina hay que reconocerle los esfuerzos realizados en materia educativa. Ya lo hizo la Unesco. La lucha social que buscaba hacer cumplir la Ley 66-97, que entre otras cosas dispone el 4% del producto interno bruto (PIB) para este sector, tuvo frutos extraordinarios.
El Ministerio de Educación ha manejado más de RD$225,000 millones en los últimos dos años, recursos que en su mayoría han sido destinados a la construcción de escuelas, a alimentación escolar y equipamiento. Aparentemente todo va por buen camino. Sólo en 2015 hay presupuestados RD$119,363.2 millones.
La historia habrá de reconocerle a la presente gestión haber acabado con el analfabetismo en un tiempo récord de apenas dos años y medio. Los datos oficiales establecen que sólo quedan alrededor de 100,000 dominicanos iletrados, equivalentes al 1% de la población. Leonel Fernández, presidente en tres oportunidades, e Hipólito Mejía, en una ocasión, jamás pusieron entre sus planes acabar con la vergüenza de ser uno de los países con mayor cantidad de analfabetos en América, luego de Haití.
Ahora bien, el gran problema de República Dominicana, en materia educativa, sigue siendo la calidad. Disponer del mejor recurso humano para preparar a las presentes y futuras generaciones de profesionales es un eslabón que no hemos encontrado. Aún está perdido. No sólo se trata de tener al servicio de la patria a buenos y abnegados profesionales, sino también a excelentes y bien capacitados maestros.
[pullquote]A veces vemos “licenciados” con faltas ortográficas tan graves que son impensables e inadmisibles. Y salieron de una universidad.[/pullquote]
¿Cuánto se está invirtiendo en mejorar la capacidad didáctica de nuestros maestros? No se sabe. Todo el dinero se está yendo a varilla, cemento, equipamiento en muebles y tecnología. Sin embargo, el material humano capacitado se está dejando de lado. La situación es tan crítica que en muchas escuelas hay buenos equipos tecnológicos instalados, pero no hay quienes lo manejen. La tecnología sólo es útil si se le da utilidad.
Y más grave aún, y de eso hay miles de pruebas, es que una cantidad “muy sensible” de nuestros profesores cargan con deficiencias vergonzosas en gramática, dominio del idioma, historia, matemáticas y en muchos casos ya no son el ejemplo a seguir por los estudiantes por su comportamiento en la sociedad. Hasta el respeto se ha perdido.
Otro aspecto grave, y no hay peor ciego que aquel que no quiere ver, es la negativa de una cantidad indeterminada de servidores de educación a ser ayudados. A muchos les da vergüenza aceptar que tienen deficiencias y otros no lo hacen por celos o porque se creen los “sabelotodo”. Estos últimos están más perdidos.
Para muestra hay muchos botones. Sólo hay que ver la triste realidad de miles de estudiantes que entran a nuestras unidades con lagunas y lagos en gramática, historia, cultura y matemáticas. A veces vemos “licenciados” con faltas ortográficas tan graves que son impensables e inadmisibles. Y salieron de una universidad. Y lo peor: se jactan de ser profesionales y hasta “dan clases” en las escuelas donde también “forman” a los futuros profesionales. ¡Válgame Dios!
Para que en unos años no nos preguntemos qué hicimos con tantos recursos destinados a educación, sería saludable ponerle atención sincera a esta triste realidad. Para “echar pa´lante” como país, sin importar quién esté al frente del Estado, necesitamos profesionales realmente capacitados.
¡A ver…!