El discurso de rendición de cuentas del presidente Danilo Medina, pronunciado este pasado miércoles 27 de febrero frente a la Asamblea Nacional, dejó a más de uno con la legítima sospecha de que habrá repostulación, independientemente de lo que diga la Constitución de la República. En efecto, las palabras finales del Presidente apelaron a la unidad del pueblo dominicano, al trabajo colectivo, a la búsqueda de objetivos nacionales comunes, a la continuación de la construcción de una patria grande y, obviamente, al sacrificio que implica su permanencia al frente de la cosa pública.
Gritos de guerra, tanto desde la oposición interna como externa, siguieron al discurso, tema que amenazaba con perdurar hasta que el Presidente cumpliera su promesa de aclarar las cosas en marzo, si no hubiera sido por la galleta del sábado, y por desacertada intervención del Procurador General de la República en la sesión de este pasado lunes ante el Consejo Nacional de la Magistratura.
Que se tenga memoria, y debido sobre todo a la mala fama que tiene la justicia en el país, nunca se había producido una defensa tan colectiva de una magistrada de la Suprema Corte de Justicia, luego de un atropello innecesario promovido desde las huestes del sector público. Ahora, se pide la cabeza del Procurador, encartados de Odebrecht incluidos, seguros de que “muerto el perro, se acabó la rabia”.
Mientras pan y circo nos entretiene, la deuda pública continúa su agitado curso, representando ya el 50.6% del producto interno bruto; pero eso no importa, para eso vendrán las futuras generaciones.
Mientras tanto, Guaidó sigue tratando de convencer al mundo de que habrá paz y libertad en Venezuela, sin Nicolás Maduro, y este último apuesta al cansancio de la oposición y a que Rusia evite que Trump apele a la última de las opciones colocadas en la mesa. Pero Trump anda entretenido con Kim Jong-un, el norcoreano que le está dando mucha agua a beber, y que ahora le pide que le quiten todas las sanciones sin dar mucho a cambio.
Sin que se sepa lo que va a pasar con el Procurador, la Cuaresma nos atrapa en medio de una sequía histórica, profundizando los problemas de la Línea Noroeste, al tiempo que un dolor en el alma llama a convocar la reunión de todas las peñas, al canto de todos los ángeles, a la apertura sin límite de bares y cantinas, a la repartición de lágrimas en todas las esquinas, y al murmullo de los ecos por amor y desconsuelo, porque ha muerto un aedo, un bardo de la canción romántica, un aedo que promovía el amor con consecuencias, ha muerto Anthony Ríos, para nosotros el poeta de los buenos y malos amores.
Con ironía o sin ella, o quizás por un capricho de la vida, Anthony Ríos es llevado a su última morada horas antes de celebrarse el “Día Internacional de la Mujer”, mujeres a quienes tanto amó, y amamos, en vida.