Los bonos convertibles son títulos de deuda emitidos por corporaciones del sector privado y cuentan con la opción de convertirse en acciones de la misma empresa. Típicamente, los bonos convertibles generan mayores rentabilidades que acciones ordinarias, pero rendimientos más bajos que los títulos de deuda corporativa tradicionales (fuente de financiación más económica para el emisor).
Al igual que los bonos corporativos “plain vanilla”, los bonos convertibles pagan intereses periódicos a los inversionistas. Es importante destacar que difieren de los bonos tradicionales, ya que el precio de la renta fija convertible podría subir si las acciones de la compañía tienen un buen desempeño. Si el precio del activo subyacente sube (acciones), también se revalorizará el bono convertible.
Por otro lado, si las acciones de la compañía pierden valor, el inversionista no optará para convertir sus bonos en acciones y solo recibirá la rentabilidad que genere el título de deuda. Otra ventaja del bono convertible (si el emisor se mantiene solvente) es que tiene un plazo de vencimiento predeterminado, es decir, el inversionista sabe de antemano cuándo se le devolverá el capital, lo que limita las pérdidas comparado a una acción ordinaria. Adicionalmente, cabe señalar que en el caso de disolución de la empresa, los tenedores de bonos corporativos ordinarios tienen preferencia de pago antes que los bonos convertibles.
Para inversionistas con perfil conservador, los bonos convertibles pueden optimizar la diversificación de su portafolio. Históricamente han sido menos sensibles a subidas de tipos de interés, ya que están vinculados al comportamiento del activo subyacente. El inversionista ejecutará su opción de conversión si las acciones se han revalorizado en la fase final del plazo de su inversión.