En la entrega anterior tratamos, grosso modo, el enorme valor que tiene el sistema o infraestructura de calidad para los objetivos de política del gobierno en áreas como el desarrollo industrial, la competitividad en los mercados globales, el uso eficiente de los recursos naturales y humanos, la seguridad alimentaria, la salud, el medio ambiente y el cambio climático.
Este sistema es una combinación multidimensional de iniciativas, instituciones, organizaciones, actividades y personas. Una de sus funciones más cruciales y fascinantes es la metrología, disciplina que se encarga de asegurar que el intercambio de medidas sea correcto y confiable, lo cual supone el cumplimiento estricto de determinadas condiciones y requisitos técnicos, independientemente del lugar donde se efectúen las mediciones.
“Crucial y fascinante” no significa correctamente entendida; por el contrario, en nuestro país predominan las confusiones, el desconocimiento y las muy malas prácticas. Un ejemplo de ello fue aquel ya lejano y ruidoso episodio de las mediciones en el ámbito de la venta de GLP en las estaciones de expendio. El pueblo llano se puso del lado de Pro Consumidor, entidad que pretendía instalar balanzas paralelas en todas las estaciones, de modo que los compradores tuvieran la certeza (pesando el gas dos veces) de que la relación precio/cantidad era justa y que su combustible le iba a durar el tiempo necesario.
Nosotros sostuvimos entonces que la garantía de mediciones confiables residía no en el artefacto o equipo que utilizáramos, sino en el aseguramiento de la trazabilidad metrológica de las mediciones en cualquier ámbito, así como en una verificación competente de tales medios por autoridad competente. Y es que las medidas deben ser realizadas respecto a un patrón definido y aceptado por todos, el cual a su vez es comparado periódicamente contra patrones de la misma magnitud de la mayor exactitud posible.
Si hacemos las cosas de esta manera, estaríamos realizando mediciones mediante instrumentos calibrados, esto es, refiriendo las especificaciones de un patrón o las medidas realizadas por un instrumento a las unidades de medida del patrón aceptado universalmente. Ciertamente, no es posible ejecutar las medidas cotidianas tomando como referencia el patrón de la máxima calidad metrológica; lo que hacemos es usar los llamados patrones secundarios que sirven para transferir la exactitud relativa del patrón original a los otros intermedios o a los finales de uso o trabajo.
En otras palabras, las balanzas deben se calibradas con los patrones secundarios de la mayor calidad metrológica de la magnitud masa; el patrón masa nacional o secundario debe estar referido al patrón masa, conservado en un país cualquiera de la región o en cualquier parte del mundo, que sabemos es el de mayor calidad metrológica relativa.
En esta cadena de trazabilidad juega un papel decisivo el concepto de incertidumbre de las mediciones: esta será menor mientras más cerca estemos del patrón original o de referencia, y mayor mientras más nos acercamos a los patrones nacionales secundarios o instrumentos de uso o trabajo en el terreno nacional. Por tanto, el proceso de medida es estadístico: los resultados bailan alrededor de lo que creemos es el resultado verdadero. De esta manera, a mayor incertidumbre, más incierto es el resultado.
Para que esta cadena de comparaciones de patrones e instrumentos de medición tenga lugar de manera técnicamente confiable, debemos disponer de una infraestructura metrológica cuyos principales componentes, los laboratorios de ensayo y calibración, estén debidamente acreditados o reconocidos en sus competencias técnicas. Y es que la Calidad supone no solamente el proceso de oficialización de normas a cumplir; también la comprobación obligatoria de que estas normas se han observado cabalmente (lo que supone obligadamente medir bajo las condiciones descritas), además de la presentación fiable de evidencias de todo ello.