El debate que se ha generado en los últimos días sobre la necesidad de modificar y/o ajustar el modelo económico es, además de interesante y pertinente, una oportunidad para aclarar conceptos que, a la percepción de los neófitos en economía, resultan indescifrables y complejos.
Lo primero que hay que decir es que ningún modelo económico es simple, y su construcción está basada en un conjunto de variables y supuestos que están vinculados entre sí y que responden a determinados objetivos y resultados esperados. De ahí que, Samuelson (1988), influyente economista norteamericano, plantea que ningún modelo se puede construir sin una serie de creencias sobre la forma en que funciona la economía.
Lo anterior implica que no existe un modelo ideal, pues todos están influenciados por quienes lo diseñan e implementan y, obviamente, por las aspiraciones de quienes ejercen la administración del Estado en un momento determinado, así como por las expectativas de los agentes económicos. Por ejemplo, la Asociación Nacional de Empresas e Industrias de Herrera (AEIH) aboga por un modelo económico inclusivo, con menos desigualdad, más empleo y mayores salarios, para lo cual apuesta a un nuevo modelo de desarrollo productivo basado, fundamentalmente, en la implementación de políticas públicas que promuevan a las pequeñas y medianas industrias, y no en esquemas corruptos que propician el monopolio y la concentración de la riqueza.
De su lado, el gobernador del Banco Central insiste en que el cambio de modelo es innecesario, y que lo que se requiere es “impulsar y ejecutar acciones para reorientar, ampliar, diversificar y mejorar las políticas económicas existentes” (Valdez, H., 2011, citado en Página Abierta), ya que el crecimiento económico que se ha obtenido desde la implementación de la estrategia de desarrollo pro-mercado y orientada hacia afuera, ha permitido impactar positivamente en los indicadores sociales.
Lo que inquieta, sin embargo, es que independientemente del modo de producción de que se trate (capitalismo o socialismo), del sistema económico adoptado (de planificación central o apertura de mercados), del modelo económico que se estructure, de las políticas económicas que se diseñen e implementen, no se vea al ciudadano dominicano como el centro del debate, y a su bienestar como el objetivo último.
Mientras eso continúe así, seguiremos reaccionando a los resultados estadísticos, y conformándonos con que la expansión del PIB se eternice, la estabilidad macroeconómica sea un estilo de vida, y el gobierno dominicano se siga endeudando, mientras los niños se sigan muriendo prematuramente en los hospitales, no hayan suficientes empleos decentes y los salarios perpetúen la miseria. Si a eso llamamos un modelo económico exitoso, entonces, que siga la fiesta, y venga gente, venga pueblo.