República Dominicana ha demostrado ser un país resiliente, que se levanta ante cualquier adversidad. Así ha sucedido durante toda su historia. Su capacidad de recuperación, muchas veces, ha dejado a no pocos sorprendidos. Este 2018, que recién finaliza, ha sido, con toda seguridad, un año de enseñanzas.
El sector empresarial, cuya filosofía de trabajo está, por antonomasia, dedicada a la producción de bienes y servicios, a la generación de empleos y bienestar común, se ha visto en medio de episodios que habrán de ser vistos como aprendizajes. No hay otra opción. Las diferencias o intereses particulares sólo desvían la meta de ser competitivos con miras a generar bienestar colectivo. Hay mucho de qué lamentarnos, pero también muchísimo para aprender.
Lo único que los dominicanos les exigen a los empresarios es que sigan concentrados en ser productivos; en entender que la armonía es un activo de trabajo que agrega valor y genera bienestar común. Esto no quiere decir que no haya debilidades que obliguen a fortalecer alguna estrategia, porque así es la cotidianidad, o que haya errores que corregir, porque errar es de humanos, o que simplemente sea un imperativo tomar previsión al aprender de algunos incidentes; de lo que se trata es de no perder la meta principal de todo empresario: se productivo y competitivo.
Lo importante es que República Dominicana, cuyo productivo interno bruto (PIB) está cerca de los US$80,000 millones, siga como el referente de crecimiento de la región latinoamericana, por lo cual es necesario contar con un sector privado trabajando en armonía, consciente de su responsabilidad con el país. Un empresario está obligado a entender que su compromiso no está sólo relacionado con generar bienestar para sí mismo, sino que de él y de la fuerza de trabajo y talento que conforman sus unidades productivas, también depende todo un país.
Muy a pesar de las diferencias “lógicas” y coyunturales que existen, porque así es la cotidianidad sobre la cual transita el mundo, jamás debe perderse de vista que la unidad empresarial es un activo que genera bienestar común. La máxima de que quienes tienen más habrán de perder más, reléalo si es posible, perderán más. En este caso hay una razón extra: el sector empresarial genera más del 80% del desarrollo económico dominicano y, al mismo tiempo, está estrechamente relacionado con el resto. Junto a quienes administran el Estado, el sector privado está compelido a impulsar el bienestar común, pues la estabilidad económica de las familias garantiza certidumbre en todos los ámbitos de la sociedad.
Es momento de mirar hacia adelante, de concentrarse en el trabajo, en el país, en lo que ha de venir y recordar el pasado sólo como lo que es: pasado. El presente lleva del futuro y se renueva a cada instante. La perspectiva no debe perderse. Hay mucho que ganar para beneficio del país.