El año 2018 está transcurriendo como si tuviera mucha prisa, casi como huyéndole a la misma vida, dejando poco espacio para las dudas y las vacilaciones. Han sido 365 días de puro afán, de búsqueda constante de mejor condición de vida y de una lucha tenaz por la sobrevivencia y por mantener el statu quo. Doce meses de duro batallar frente a un Estado hambriento de impuestos e insaciable con las deudas, y ante un mercado de consumo que no conoce límites en sus ansias de beneficio expresado en los precios de los bienes y servicios.
Muchos días del 2018 en vilo por la corrupción sistémica que parece enraizada en una buena parte de la sociedad dominicana, y por la doble moral de algunos de los que la combaten. Ha sido un año perdido entre discusiones alrededor de una Ley de Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos que, en esencia, no cambiará nada porque “el mal no está en la sábana”, y los afanes continuistas de funcionarios que no funcionan. Así también, transitamos un 2018 con las mismas penas y los mismos temores que aporta la crisis del transporte y la delincuencia, a pesar de las buenas intenciones, la inauguración de un Teleférico y la cháchara gubernamental.
Las firmas de Leonel matizaron, por igual, el año que agoniza, así como sus pretensiones no simuladas –y legítimas– de retorno al poder. En contraposición, durante el 2018 el Palacio jugó su mejor juego y ensayó con varios candidatos que, en su mayoría, no dejaron ni cenizas pues eran más de lo mismo. De su lado, la oposición continuó perdida dando vueltas alrededor de nada, a la espera de una división del partido en el poder, mientras un Trujillo asomaba sigilosamente esperando un descuido constitucional y apostando a la desesperación de un pueblo por lograr una mejor calidad de vida. En ese mismo orden, en el transcurrir del 2018 se observó cómo se apagaba una marcha verde que tejió esperanzas pero que, como casi siempre ocurre, está muriendo de inanición.
Toca ahora hacer como Jano, ver las puertas, los portales, las transiciones y los finales, es decir, mirar el pasado y el futuro al mismo tiempo, el primero para no repetirlo y el segundo para construir puentes que conduzcan a un mejor destino. En tal virtud, con la resaca del 2018, se puede visualizar un 2019 activo políticamente, estable en términos económicos y convulso socialmente hablando. Se puede predecir que con el último regalo que entreguen los reyes magos, se iniciará una campaña política que solo se detendrá en mayo del 2020, mientras que el Banco Central continuará con sus buenas nuevas con relación al crecimiento de la economía y la estabilidad macroeconómica, en tanto que los grupos sociales repetirán que no “cogen corte”. Nosotros, por igual, seguiremos en esta tribuna esperando llegar al 2019 sin ningún rasguño.