República Dominicana no es, ni por asomo, lo que era en 1968 cuando se promulgó la Ley 299 de Protección e Incentivo Industrial, una legislación que promovía la industrialización para sustituir la importación de bienes y materia prima.
Aunque hacía algunos años se venía aplicando esta estrategia, lo que también se dio en América Latina luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, es a partir de esta ley que el país define una política de defensa de la industria nacional.
Sin entrar en los pros y contras, especialmente porque la ley tuvo sus detractores, algunos porque consideraban que afectó la competitividad, mientras otros la defendieron por su sentido nacionalista, lo cierto es que nuestro país se montó en la ola latinoamericana de restringir las importaciones de bienes manufacturados con la finalidad de fomentar el sector industrial local.
La estrategia dio sus resultados, pues en los próximos cuatro años a la promulgación de la Ley 299, el crecimiento económico superó el 11% anual. Sin embargo, a partir de la década de los 80, con el cambio de modelo económico, especialmente con la prestación de servicios, la realidad comenzó a ser otra. El contexto comenzó a presionar al aparato productivo.
Hoy hay un panorama diferente. La industria dominicana, que hace cuatro décadas apostaba sólo el mercado local, busca y necesita internacionalizarse. Lo sabe desde que comenzó a implementarse el modelo de zonas francas, hace poco más de 30 años, y desde que se firmaron los primeros tratados comerciales, especialmente con Centroamérica, Estados Unidos y Europa.
La competencia, en esencia, no está en el entorno local. Las fronteras, para el comercio, prácticamente no existen. Es en este nuevo enfoque que Campos De Moya, a quien es un deber reconocerle su labor al frente de la Asociación de Industria, entrega la antorcha a Celso Juan Marranzini, un industrial que tiene bien definido su marco de trabajo. Busca, como una forma de darle continuidad al trabajo de su antecesor, convertir a República Dominicana en un país exportador, es decir, hacer que la industria local se inserte en los mercados internacionales.
Por calidad y capacidad de producción no habrá dificultad. La industria dominicana ha exhibido una tasa de crecimiento superior al 4% anual promedio durante los últimos 25 años. Desde aquí le deseamos éxitos.