Visitar la frontera siempre resulta ser una experiencia retadora: se ve mucha pobreza, puestos de chequeos militares que nos preguntamos para qué sirven si los indocumentados pasan o “los pasan” como sea; también se notan los rostros de dominicanos, entremezclados con haitianos, esperando lo que parece que no acaba de llegar. Aquí, por supuesto, hablo de desarrollo.
¿Qué se imagina la gente cuando piensa en la frontera? Lo más probable es que piense en una zona donde impera el desorden mayúsculo. Y no están equivocados, en parte, pues a veces parece “tierra de nadie”, por las actividades ilícitas que pasan frente a las narices de las autoridades. No creo que deba ser más explícito.
Sin embargo, en mi más reciente visita a la frontera vi otro panorama posible: el que podría estar caracterizado por un desarrollo humano inclusivo, en el que todos los habitantes de la zona participen en la generación de riquezas.
He ido varias veces a Codevi, el parque que regentea el Grupo M, bajo el liderazgo de Fernando Capellán, y confieso que lo que vi fueron rostros de trabajadores que valoran esa oportunidad de tener un ingreso fijo, decente, con atenciones médicas, guardería infantil, escuela vocacional y un ambiente limpio, ordenado y con todas las condiciones para estar en paz con el medio ambiente.
Pudieran estar mejor, pero no me quiero imaginar qué sería de esta parte de la frontera si no existiera este parque industrial que da empleos a más de 11,000 personas. ¿Hay más opciones? Es posible, pero alguien debería convencerme de una que sea mejor.
Sé que para muchos resulta fácil, extremadamente fácil, analizar y proponer soluciones sin visitar la zona. En mi caso fui, palpé y puedo decir que ahí hay mucho que hacer para beneficio de ambos países. Ahora resta tomar las decisiones.